El señor C. Allayne vino a verme en su coche esta mañana, para llevarme a su hacienda llamada Porters, a unas diez millas en el interior, situada cerca de la ciudad antigua, lugar este que se señala como la raíz original de la colonia, en tiempos del rey Carlos. Tiene dos hermanas interesantes. Fuimos a la iglesia parroquial y mi sorpresa fue grande al ver solo a tres negros durante el servicio. Es indudable que hay una triste negligencia por parte del pastor al haber hecho tan pocos prosélitos en sus ya 30 años de residencia en el sitio. Un grupo de plantadores con sus esposas comió con la familia Allayne. No puedo decir que envidie a ninguno de los que tienen que pasar una parte de su vida aquí y espero que en Caracas me vaya algo mejor en cuanto a vida social. Regresé a la ciudad con un tal doctor Laycock, médico, habiéndose hecho arreglos entre el señor Morier, mi persona y el comodoro capitán Harris del Hussar; la corbeta de guerra Primrose, al mando del capitán Vernon, está ahora destinada a llevarme a La Guaira directamente y, por lo tanto, debo despedirme de mis compagnions de voyage del Pyramus. Este arreglo se ha hecho por considerarse que facilitaría el objeto de nuestras dos misiones. ¡Naturalmente, debe abandonarse la comodidad privada en beneficio del servicio público!