Antes de abandonar la fragata esta mañana, el señor Dawkins y otros regresaron de Caracas, ciudad que habían visitado ayer. Cuando pasaba por el camarote donde yo estaba le dije: ¿Entraron las tropas? ¿Qué ha decidido el intendente? Me contestó (y no de la forma más cortés): ¡Puras tonterías, maldita sea! Y no le volví a ver. Al recibir una carta de Cockburne para el intendente, y sus instrucciones finales, así como su promesa de demorar la fragata hasta que mi enviado baje mañana con las últimas noticias, me despedí y fui depositado una vez más en La Guaira. Al llegar a la oficina consular encontré a varios de los comerciantes dispuestos a enviar una súplica, rogándome que utilizase mi influencia con el señor C. para detener la fragata unos cuantos días, hasta que ocurriese algo que les diera la seguridad de estar a salvo. La anexé a una carta oficial que llevó a bordo una delegación de los señores Hurry, Nevett, etc. La respuesta fue que por la necesidad que tenía el señor Cockburne de llegar a Cartagena sin pérdida de tiempo no estaba en su poder el detener la fragata, pero que a su llegada haría arreglos con el almirante de Jamaica para que uno o más barcos de guerra zarpasen al instante para la costa de Colombia. Esperé el regreso de los comerciantes —durante cuya ausencia llovió a cántaros, las primeras lluvias de la estación—, y por lo tardío de la hora y el estado del tiempo, se me hizo imposible regresar a Caracas esta noche. Siendo ya las 4 y media decidí quedarme en casa del señor Hurry y partir por la mañana antes del amanecer. Durante mi permanencia a bordo le conté al señor Cockburne la gran fatiga que significaba para mí desempeñar los cargos consulares en La Guaira y en Caracas y que sin un poco de ayuda (particularmente en las actuales circunstancias críticas) no me sería posible hacer justicia ni a los comerciantes británicos ni a los intereses del gobierno sin un vicecónsul o algún agente con estos poderes en La Guaira, y sugerí la necesidad de instaurar al señor Hurry como vicecónsul encargado. Aprobó totalmente lo que le había sugerido, y cuando el señor Hurry visitó la fragata, le hizo mención de lo mismo y de su aprobación (hasta donde estuviera en su poder) del nombramiento.