Esta mañana recibí una nota del general Páez en la que expresa la substancia de la conversación que sostuve con él y el general Mariño hace una semana, además de las seguridades de respeto por los súbditos de Gran Bretaña con respecto a sus personas y propiedades. S. E. me visitó hacia las tres y me repitió las seguridades. Rezos en casa del coronel Stopford. Conocí a las señoras Blanco, las 5 jóvenes que trajo de Tenerife sir C. Sullivan: chicas amables al parecer. Esta noche hubo una gran procesión religiosa por las calles con las figuras de varios santos llevadas en hombros por hombres, bajo hermosos doseles, todo acompañado por una multitud de negros (muy pocos criollos) y muchas luces. La «Hostia» cerraba el cortejo de santos ante los cuales se esparcían flores, y el populacho cayó de rodillas. Por supuesto nosotros seguimos el ejemplo. La iglesia de San Pablo y St. Paul #001-0105 era la meta del cortejo —y su interior estaba magníficamente iluminado por el resplandor de cientos de velas, adornos dorados y flores artificiales— y cuando se llenó con las andas de los santos, el populacho y sacerdotes en hermosos hábitos, cuyo grupo arrodillado quedaba velado de vez en cuando por las nubes de incienso procedentes de los pebeteros, dio a todo el coup d'oeil el aspecto de alguna escena de encanto evocada para el momento: su conjunto era algo totalmente inesperado en una parte del mundo tan bárbaramente indolente. Desde que llueve el aire está mucho más fresco, habiendo sido hoy la temperatura de 24 grados por la mañana y a las 4, de 25.