Se me ha dicho que Páez con seguridad recibió carta oficial y privada del vicepresidente (costumbre esta de despachar siempre dos misivas, que parece pertenecer al país en los asuntos públicos). Se me ocurre que las dificultades monetarias de la república impiden que Bogotá castigue por la fuerza a los que están en rebelión (si así puede llamársele) en estos departamentos, ya que el tenor de sus dos comunicaciones parece ser de reconciliación. Páez ha contestado a ellas, o más bien el doctor Peña, y afirma que es una imposibilidad hacer que el pueblo deshaga todo lo que se ha hecho en el asunto actual, y que lo que se ha hecho ha sido por su consentimiento general. Que tanto es él el objeto de su elección como jefe civil y militar suyo, que si se echara atrás, mucho tendría que temer de su justo resentimiento, pero que él, a diferencia de Oliver Cromwell, no teme dormir donde sea, de modo que no es el caso de cambiar su morada cada noche. Dice que, a su vez, invita a Santander a Caracas, donde se le tratará con todo el respeto que merece su rango y que garantizará su seguridad. Que sería su último deseo el de desenvainar la espada de la discordia civil, pero que el único método de reconciliar amablemente todas las partes es el de reunir la gran convención nacional lo más pronto posible antes de 1831, y que una federación sería el objeto definitivo de su parecer. Todo esto he sabido. Páez salió de esta ciudad esta mañana para Valencia y, según se dice, sigue al Apure. Termómetro 22 a las 7, y a las 4, 23. No ha llovido en todo el día.