[Ocupada la mañana en preparar y cerrar mis cartas para] el señor Bidwell y el despacho Nro. 19 para el señor Canning, además de otros dos paquetes gran- des de cartas privadas bajo carta explicativa a Planta. El doctor y yo montamos nuestras mulas y nos fuimos con los despachos a La Guaira, y visité al capitán Chambers para discutir qué puede hacer hasta que las cosas vayan tranquilizándose. Nuestro paseo fue hermosísimo y llegamos a La Guaira a la una. El consulado británico dio la señal de mi llegada, el bote de la fragata vino a buscarme y pronto estuve a bordo en la amable compañía del comandante del Druid y sus oficiales, después de recibir el saludo de rigor. El doctor Coxe, a pesar de que el movimiento de la fragata era ligero, tuvo que regresar a tierra poco después de almorzar, mortalmente mareado. Pobre hombre. El aire estaba más fresco que la ardiente atmósfera de la población por una diferencia muy agradable, siendo la temperatura del barco a nuestra llegada de 25 grados, y a primeras horas de la mañana no había pasado de 24. El día siguiente al de mi visita el calor aumentó hasta llegar a 28 grados a las 4, y sin ninguna duda, en tierra era de 30.