He aquí un informe más detallado de los etc. de los debates que siguieron al acta popular del 5 de octubre, que llevó al acta decidida del 5 del corriente, a saber, que el día primero del mes actual se celebró la asamblea de diputados con el fin de redactar una petición de los deseos del pueblo, que será entregada por uno o más de estos representantes al Congreso General de Bogotá en su próxima sesión. Que podría solicitarse la convocatoria del gran Gobierno, y que entonces los venezolanos podrían someterle su deseo de que se establezca un sistema federal de gobierno, similar al que han adoptado los Estados Unidos de Norteamérica, hasta donde coincida con los hábitos, costumbres y circunstancias particulares de cada una de las provincias que conforman la República de Colombia. Por deseo unánime de todos, se pidió al doctor Mendoza (el intendente) que tomara la Presidencia, y se determinó que la asamblea, que se estaba celebrando en la sala municipal de la ciudad, fuera trasladada a la iglesia de San Francisco para que, en vista de su magnitud, el pueblo en general pudiese oír el debate de los diputados. El síndico, con el más ardiente amor por la libertad y la reforma, así como tenacidad por sus derechos como colombiano, presentó un memorial... «que describe el estado de disolución en que se encuentra la República de Colombia en este momento, a consecuencia de que tantos de sus departamentos hayan adoptado principios condenados por todos los Estados liberales e independientes de América; agregando que el primer hombre de nuestra revolución nos había propuesto, y recomendado como único medio para nuestra salvación, la Constitución de Bolivia, para destrucción de la libertad pública y la independencia primordial, y sometiendo estas reflexiones totalmente a la asamblea para que fueran consideradas, de modo que se adopten las medidas necesarias para adelantar el sistema federal ya sancionado irrevocablemente por la antedicha acta popular del 5 de octubre.»
Al volverse a congregar la asamblea al día siguiente en la iglesia del convento, el síndico presentó de nuevo su memorial, que se leyó junto con varios documentos relacionados con él. Diversas fueron las opiniones, y varios los argumentos usados, pero casi todos convinieron en que estaba más allá de sus poderes el decidir sobre el memorial del síndico. Pero este perseveró y sacó a relucir la Gaceta de Cartagena del 29 de septiembre de este año, en la cual estaba impresa el acta de esa ciudad pidiendo reformas del actual sistema de gobierno y, además, agregó que el señor Antonio L. Guzmán había dicho ante varios ciudadanos que estaba encargado por su excelencia el Libertador presidente de decirle al pueblo de Colombia que no regresaría al territorio de la república con carácter de presidente constitucional, porque ello disminuiría su gloria actual. Que además el señor Guzmán había dicho que el Libertador presidente había confiado a su cuidado y capacidades la ardua tarea de formar una Constitución por el estilo de la de Bolivia, que pudiera servir a Colombia. En vista de esta aserción se pidió al señor Guzmán que compareciera ante la asamblea para explicar así su aseveración pública, cosa que hizo el 3 del corriente, cuando se expresó así:
Que S .E., el Libertador presidente había resuelto a principios de agosto pasado enviar una persona de su confianza a Venezuela a consecuencia del movimiento que había tenido lugar allí y del cual hasta ese momento, solo había recibido relatos muy inexactos por medio de los diversos correos de Bogotá cuyas dificultosas llegadas había esperado con mucha impaciencia y aun así la información llegada sobre el tema era tan indefinida que hacía imposible formarse ningún juicio claro sobre el estado del perturbado departamento. Y aunque con incesante ansiedad en cuanto a la felicidad de su país, se encontraba realmente imposibilitado de hacerse una opinión razonable y justa. Que las cartas de los señores Urbaneja e Ibarra enviadas de Guayaquil sin duda disiparían la nube de suspenso y le mostrarían que los movimientos en Venezuela se habían vuelto generales y que todos pedían la reforma: y que sabía que el Gobierno de Colombia había adoptado un sistema de política completamente opuesto, publicando que el Libertador no miraría con buenos ojos las pretensiones del pueblo, cuando es todo lo contrario, pues sus sentimientos están identificados en todo momento con los de sus compatriotas. Y con la esperanza de disipar la tormenta que se cernía sobre la República, confiaba poder hacerlo en persona pero que, mientras tanto, le había encargado entregar varias cartas a los distintos Comandantes, etc. Y que las había entregado todas en manos propias con la excepción de las de los generales Bermúdez y Arismendi. En ellas les recomendaba preservar, a cualquier costo, la tranquilidad y el buen orden entre el pueblo; empleando para ello solo la fuerza de la razón; que su espada nunca se mancharía con la sangre de la guerra civil, y les suplicaba que asegurasen al pueblo que nunca, en forma alguna, se opondría a su voluntad, llevando a efecto las reformas que solicitaban y que contribuiría con todo lo que estuviera en su poder para aliviarlos. Que estaba a punto de regresar y volver a tomar las riendas del Gobierno en la sede del Poder; que entonces esperaría que el pueblo declarase sus deseos, sin pasión y en los momentos tranquilos, y que él [Guzmán] firmemente creía «que el Libertador había salido del Callao al día siguiente de su partida». Luego hizo un esbozo de los acontecimientos que habían ocurrido en Guayaquil, Ecuador, Azuay y Cartagena, agregando que todos estos pueblos ansiaban reformas, quizá más que la propia Venezuela, pero que, no obstante, lo sometían a la consideración del presidente quien, estaban seguros, no abusaría del poder que le habían conferido (dictador), si se juzgaba por la experiencia y los recientes ejemplos por los que había manifestado su indiferencia [frente] al poder, y su sed por la gloria y prosperidad de Colombia. Que el Libertador, al recomendar la Constitución de Bolivia no había hecho sino dar su opinión privada, que tenía derecho a dar como cualquier otro ciudadano, sujeta en todo momento a la voluntad del pueblo, como lo había hecho tanto en Guayana como en Cúcuta, en cuyos Congresos había presentado proyectos similares. Por lo tanto, en el caso presente, no podía decirse que estaba usurpando el derecho soberano del pueblo, ni que hubiera pretendido influir en sus opiniones.
Con referencia a la primera cuestión en el sentido de que el Libertador había dicho que quería que el pueblo de Colombia supiera «que él no regresaría al territorio de la república con el carácter de Presidente constitucional, etc., etc.», el señor Guzmán leyó entonces la última carta que el presidente Bolívar le había dirigido al vicepresidente el 4 de junio pasado, como sigue:
Señor:
Con sumo gozo he recibido el honroso pliego en que me comunicáis vuestra reelección. La sabiduría del Congreso ha colocado a su patria, por este acierto, fuera de las convulsiones internas. Al continuar en el mando de la nación ha querido que lo llevéis por la senda de las leyes a obtener el complemento de la felicidad y de la gloria que le han dado vuestra administración y sus legisladores. Si los votos nacionales se han dignado llamarme de nuevo a la Presidencia del Estado, mi deber es someterme reverentemente a su soberanía; mas también es mi obligación resistir a la voluntad nacional cuando ella infringe los preceptos de su propia conciencia, y viola sus propias leyes. El pueblo colombiano ha ordenado, por el órgano de sus representantes, que ningún ciudadano sirva la Presidencia del Estado más de ocho años. Yo he sido seis años Jefe superior, y ocho Presidente. Mi reelección, por tanto, es una manifiesta ruptura de las leyes fundamentales. Por otra parte, yo no quiero mandar más; y ha llegado el momento de decirlo con libertad y sin ofensa de nadie. Ni la patria, ni la ley, ni el bien mismo de Colombia, me exigen lo contrario. He cumplido todos los encargos que me han impuesto mi deber y celo espontáneo. He llevado a cabo todos mis compromisos, pues he llenado mi función de soldado, única que he profesado desde el día en que existe la República. Para esto me destinó la Providencia, y más allá sería desobedecer a sus decretos. Yo no he nacido para Magistrado. Acostumbrado al rigor y a las pasiones crueles de la guerra, su administración participa de las esperanzas y de la violencia de un tráfico con la muerte. Sólo vos sois una gloriosa excepción de tan tremenda regla.
Yo felicito a Colombia porque al perder un Magistrado, ya posee otro, consumado en los negocios del Estado y veterano en la táctica de las leyes.
Aceptad, señor, la expresión sincera de mi respeto y profunda consideración, (firmado) Bolívar.
Y llegando a la segunda, relativa al encargo que me ha conferido el Libertador; de adaptar una Constitución apropiada para Colombia según el diseño de la de Bolivia: digo que es un hecho que el Libertador ha escrito a muchos de sus amigos para que ayuden en el plan y le suplicó a él [Guzmán] que la recomendara, y que encontrara a otros de la misma opinión con cuyo ejemplo pudiera formarse el pueblo juicio sobre ella, mostrándoles al mismo tiempo ejemplos de las Constituciones de otros Estados.
Así terminó la exposición del señor Guzmán, con base en la cual y en las actas de Panamá, Guayaquil y Cartagena, y en la evidencia de las cartas privadas de Bolívar, los diputados municipales decidieron que no estaba probado que el Gobierno de Colombia no existía, y que el Congreso no se reuniría. Por lo tanto, en virtud de su comisión nombrarían a cuatro representantes de su organismo para constituir la representación necesaria tal como lo establece el acta del 5 de octubre. Se decidió por lo tanto que la rutina de las cosas en Venezuela continuase bajo el mismo régimen que desde abril pasado; que S. E. el jefe Civil y Militar continuase dirigiéndolo todo y que se acudiese a él como soporte y defensor de la causa [de los diputados municipales], como lo había asegurado [Bolívar] el 4 de octubre, cuando [hablando de Páez] expuso:
Al declarar que preservando, por encima de todo, la integridad de la República, prometía dejar las mismas ciudades enteramente libres de pronunciarse a favor de aquellas mejoras que les parecieran más convenientes para su más firme establecimiento y futura felicidad; que no permitiría que se obstaculizara el libre empleo de este derecho, porque estaba íntimamente persuadido de que existía radicalmente en todos los gobiernos populares y representativos y que, finalmente, no se harían más innovaciones al régimen constitucional sino las esenciales para respaldar la causa de las reformas. #001-0155
Que el general Páez es el ancla que les salvará de la tormenta, que en él se centran todas sus esperanzas, de hecho no solo de Venezuela sino de la República [de Colombia]: en resumen, que su prudencia sola hasta el momento, por su sabia administración, ha sostenido la felicidad y la paz del país y que, por ello, se ha ganado un renombre inmortal.
Así concluyó esta reunión que abría camino para la del 6 del corriente, proclamando la separación y el sistema federal completo, así como la disolución de la república. No obstante, todas estas actas que declaran ya sea la federación o al presidente dictador, o invistiéndole con la soberanía del pueblo, son igualmente ilegales. Así dice el vicepresidente en su discurso a los departamentos de Guayaquil, etc., el 6 de septiembre de este año:
Desafían a todas aquellas leyes que han fijado límites justos a la autoridad de los Intendentes, Tribunales de Justicia, Comandantes en Jefe y servidores públicos, municipales y otros que no tienen prerrogativas representativas, a lo que muchos agregan que no es necesario conferir la Dictadura al Libertador y Presidente, y que si este odioso título de por sí ya es suficiente para espantar a todos los hombres libres, sus horrores se agravan por el modo ilegal, tumultuoso e inoportuno en que ha sido conferido. Como primer magistrado de la República el Libertador Presidente puede asumir la dirección de ello, y encontrará en la Constitución autoridad suficiente para permitirle hacer frente a los peligros de los que se ha pintado un cuadro tan vivo y exagerado. Y tampoco el Vicepresidente reconocerá jamás ni aprobará innovaciones o reformas de nuestras instituciones cuando se hagan de modo inconstitucional y cuando las hagan personas o corporaciones que no poseen la facultad de hacerlo.
Hay insistentes informes esta mañana, que se dice provienen de Valencia, de que el regimiento de Granaderos que forma la guarnición de Puerto Cabello ha hecho preso a su gobernador, se ha encerrado en la fortaleza declarando que la mantendrá para Bolívar y el Gobierno actual, y ha nombrado un oficial de marina como su jefe.
Segunda entrada
Páez llegó anoche de La Guaira a Caracas, y si se puede creer en esta noticia, saldrá de aquí sin pérdida de tiempo. El capitán Rola, edecán de Páez, vino a verme después de comer, y confirma las noticias antedichas asegurando que todo debe ser resultado de una intriga de aquí, a pesar de que dice que su general no le da ninguna importancia. Con todo, S. E. sale de esta ciudad para Valencia mañana por la tarde acompañado por su estado mayor. Insinuó que estaban a punto de ocurrir muchos cambios, uno de ellos el del intendente doctor Mendoza, pues se queja de su lentitud y de que está frustrando el progreso del actual sistema de cosas. Dijo que creía que un tal doctor Echezuría le sucedería. Se han celebrado muchas reuniones desde el regreso de Páez por parte de las personas principales de ambas posiciones, y el capitán R. dice que se publicará una exposición de muchas cosas, de intrigas contra Páez y (lo que se llama la voluntad del pueblo) que sorprenderá hasta a sus propios amigos. Esta mañana uno de los colonos del Topo, el señor Kennedy, vino a pedirme un pasaporte, pues ha reservado pasaje para los Estados Unidos en el buque americano Colombia. El es una prueba de [hombre de] industria, y de lo que sus perezosos y borrachos hermanos podrían haber hecho. Tan pronto como descubrió que las tierras eran tan contrarias a lo que la asociación de Londres aseguraba en cuanto a capacidad y cultivo, se fue del establecimiento con su esposa y familia y por su trabajo ha reunido 300$, con los que puede pagar el pasaje para todos y vivir varios meses después de llegar a América. Los demás, en lugar de hacer el más mínimo esfuerzo, se han comido perezosamente los subsidios (de más de seis meses) que les otorgaba la compañía, y se quejan luego de que sus tierras son improductivas y dicen que no trabajarán ni una hora más para mejorarlas, y que lo único que desean, todos y cada uno de ellos, es irse a los Estados Unidos. El hipócrita y malalengua de Lancaster, por resentimiento contra el señor Ward, su último agente, les predicó la utopía, prometiendo lo que no puede cumplir y hablando de un sistema para sus necesidades basado en ese sistema. Dice que de una forma u otra ha logrado suscripciones por 800$, con los cuales les suministra provisiones semanalmente, pero cuando esto se termine, ¿qué van a hacer? Estarán peor que antes pues ya él ha agotado la caridad de aquellos a quienes la solicitó y alienta a estos ociosos británicos del norte a beber, dándoles esperanzas irrealizables. Dice que se ha dirigido a ambas cámaras del Parlamento con la firma de todos los colonos, y escrito a lord Harrowby sobre el tema. Veremos cuál es el resultado de sus esfuerzos a ambos lados del Atlántico. Termómetro, 22 a las 7 y 24, a las 4. No ha llovido.