Esta mañana vino a verme el coronel Carabaño. Tenía mucho que decir sobre el asunto de Puerto Cabello. Me asegura que el general Páez soportará aún mayores insultos y pondrá aun más a prueba su paciencia antes que iniciar la guerra civil, y al mismo tiempo se está rodeando de sus lanceros del Apure entre quienes se siente en un nuevo elemento. El coronel me dijo que Platoff no podría ser más venerado por sus cosacos de lo que Páez lo es por sus llaneros, y dice que esta arma [del ejército] es aún más poderosa que la de los cosacos en Rusia. Con la ayuda de los llaneros los españoles siempre triunfaron, y cuando estuvieron con los revolucionarios, esta parte invariablemente llevó las de ganar. Gracias a ellos y gracias a Páez se asentó la independencia final del país, y si bien a Bolívar se le considera en todas partes como el genio del país, aun así la gran masa de este pueblo no aceptaría ver oprimido a su ídolo y jefe favorito, ni sacrificado por su reciente conducta. Sería absurdo decir que posea, fuera del Apure y Venezuela, mayor influencia que la de uno de los más exitosos y activos patriotas de la causa de la Independencia. Pero aun así no puede haber duda de que, si se ponen de lado los resentimientos privados y las envidias personales de los generales y estadistas, [Páez] se yergue junto a Bolívar en la estima pública. Y no tengo ninguna duda de que el presidente está perfectamente consciente de esto; y si tuviera intenciones ocultas aún más ambiciosas que las que se le atribuyen desde la promulgación del Código Boliviano, Páez sería su único amigo y soporte para cumplir su propósito. La conducta del general Santander indujo a Páez a abrazar la causa de la reforma sin duda, al principio, por resentimiento contra el vicepresidente, pero ahora está tan identificado con una gran porción del pueblo de Venezuela que tiene que proseguir por el camino que ha emprendido. No obstante, tengo también pocas dudas de que él mismo no tenía la intención final de forzar la separación del departamento (o de ir más allá de lo que se hizo el 6 de octubre pasado, o sea declararse a favor de la federación), sino la de esperar el regreso de Bolívar y la asamblea de los Estados.
Las actas de nueve de las demás divisiones de la república al declararse separadas de la sede del Gobierno, y a Bolívar dictador, levantaron no solo el espíritu de Páez sino también el de quienes le rodeaban, en la creencia sincera de que las actas de estas provincias habían sido influenciadas por los agentes del Libertador, como primer paso para imponer su nuevo código en la nación, que S. E. ya había recomendado a los colombianos. El pueblo de Venezuela siempre ha sido políticamente inquieto y voluble, pero esforzadamente republicano y ha cooperado en pro de un gobierno federal con actos continuados de protesta. Desde que sus jefes, o las circunstancias, dieron algún tipo de forma al país, ha sido su sistema favorito, y alguna vez (en 1811) fue establecido por ellos y en Caracas y, aunque parezca singular decirlo, el doctor Mendoza (nuestro intendente exiliado) fue el gran promotor del asunto y diseñador de la Constitución, y que ahora ha sido objeto del desprecio de Páez y su gente por su frialdad en respaldar el mismo objetivo que ya está en vías de realización.
No hay duda de que actualmente hay defectos muy radicales en la organización de la república, pero el principal es el de la extensión del territorio, y la lentitud con que las leyes existentes se llevan a efecto, así como la gran distancia a que se encuentra la sede del Gobierno de las provincias que la rodean. Y lo que hace que la república sea aún más ingobernable, si puede usarse este término, es la escasa población. Incluso Venezuela, que es su departamento más valioso desde todo punto de vista, no tiene más de 150.000 [sic] habitantes, y estos habitantes, son en su mayoría negros y gente de color, ignorantes, perezosos y llenos de vicios. No, debo decirlo con el coronel Carabaño, así como están las cosas en este momento, un gobierno que frise en lo despótico es el más adecuado para su noviciado, para preparar la generación siguiente para uno más culto y razonable, y que debería obligárseles a echar los cimientos de su futura libertad e independencia racionales, estado este que aún no están en condiciones de apreciar o disfrutar. El señor Alderson, de Chacao, cenó conmigo. Me dio varios ejemplos de la forma en que Páez hace que tanto sus hombres como oficiales lo adoren, y cree que las cosas saldrán bien. Por la noche fui a visitar al señor Ackers, quien me dice que a Páez ahora lo detestan el ejército y el pueblo, y que dentro de unas semanas tanto él como su gente estarán huyendo de aquí. Ambos [Alderson y Ackers] han vivido casi toda la revolución y a ninguno de los dos les falta capacidad de observación o experiencia. Esto muestra cuán diferentemente pueden dos personas sin relación de partido considerar el mismo objeto. Termómetro, 22 a las 7 y 24, a las 4.