Hoy el infortunado joven Valdez fue condenado a morir por haber intentado matar al francés. Mañana a las tres deben fusilarlo en la plaza. Su familia, los curas y otros han hecho grandes esfuerzos para que se conmute la pena por la de destierro perpetuo, pero el Libertador se ha mantenido firme y parece decidido a que se haga justicia. El martes por la mañana fusilaron a tres desertores en el lugar destinado a la ejecución de esta persona, y a todos los que solicitaron al presidente que no se cumpliera su sentencia, él les contestó: «hace solo dos días murieron tres bravos soldados que habían luchado por la libertad de su país, por un delito trivial comparado con los muchos del señor Valdez, y no se levantó una mano ni se derramó una lágrima para salvarles la vida. No, no quiero oír hablar más de piedad». El Valorous zarpó ayer con el señor Ackers y su añil. Hay una reclamación porque la mercancía viaja en un barco de guerra británico y no se sabe si tiene que pagar o no derechos de tonelaje y anclaje. Si se decide que sí, los embarcadores tendrán que pagarlos de su bolsillo, en todo caso. En mi opinión, la Ley de Puertos actual es un poco elástica en comparación con la Orden Real, en cuanto al embarque de tesoros, etc., y no me extrañaría que el resultado fuera desagradable. Vino a verme el coronel Wilson y me asegura que todo está tranquilo en los alrededores de Barcelona, cosa que dudo; y que también hay calma en el Apure y Valencia, y que el general Páez estará aquí dentro de pocos días. El comodoro Beluche cenó conmigo. Velada en casa del doctor y la señora Coxe. Termómetro, 24 a las 7 y 25 a las 4. No llueve.