Esta mañana cabalgué hasta casa del Libertador. El estado político de las cosas actualmente lo tiene sin saber qué rumbo tomar. Ha de ir a Bogotá para salvar ese Estado, y aquí estamos en una situación tan incierta que creo que cuando se vaya todo volverá a ser desobediencia. Me dijo que creía que debía ir a la capital dentro de 6 u 8 días, y confiaba que para entonces el señor Cockburne ya estaría aquí. Cuando regresé, los padres de familia del Topo vinieron a verme aceptando mi proposición y, por la gran pesadumbre que reina entre ellos, he decidido otorgar a los mayores un real por día y a los niños medio real. De modo que hoy el señor Lievesly les pagó, por una semana de pensión, entre 80 y 90 dólares, por los cuales firmaron recibos en duplicado. A las 4 llegó un propio con la noticia de que había arribado el Aurora. El coronel Wilson cenó conmigo, y decidimos partir para La Guaira a las 5 de la mañana siguiente. No ha llovido.