Salimos al despuntar el alba. No pude conseguir una mula, así que fui a La Guaira a lomo de Columbus. Llegué allí, acompañado por el coronel Wilson, a las 9. Al detenernos en casa del señor Ward, los cañones de la fragata disparaban un saludo para el ministro británico. Inmediatamente volvimos al muelle a recibirle y era mucha la gente que allí había. Le di la bienvenida, y retornamos al viceconsulado. Venía acompañado por el capitán Austin del Aurora, además de varios de sus oficiales. Estaba decidido a subir a Caracas ese mismo día, y su maître d'hotel ya había alquilado 14 mulas para él y sus acompañantes. Nuestras bestias no estaban en condiciones de regresar y nosotros deseábamos un poco de descanso, y además el día no se veía nada auspicioso y amenazaba lluvia fuerte en La Silla. Hice todo lo que puede para convencer a S. E. de que se quedara hasta el día siguiente, pero en vano. Pronostiqué lluvia, le dije que no había sacado nada para su llegada, ni ordenado la cena, pues no esperaba que llegase a la ciudad hasta el día siguiente, pero no hubo nada que hacer, y la caravana partió. Y como había pronosticado, la lluvia los empapó completamente y llegaron al destino de su viaje hacia las 4 y media. El maître d'hotel se había adelantado, pero como no encontró sitio en ninguna de las posadas, S. E., su secretario y el capitán Austin tomaron residencia en mi casa. ¿Que faire? Cenamos tranquilamente con el señor Ward y el señor Hurry pensando emprender la marcha a las 5 de la mañana.