Nos llegó el correo de Bogotá, y por cartas privadas de la capital al Libertador, se le informa que el vicepresidente ha hecho, o más bien renovado, su juramento a la Constitución vigente antes de la decisión del Congreso en cuanto a aceptar o no la renuncia que ha ofrecido. Pero se tiene la casi seguridad de que será negada y que se enviará una comisión de la sede del Gobierno a Bolívar a fin de obtener lo mismo de él, cosa que, dice, no va a aceptar. Se coloca así en una muy penosa y difícil situación y esta misma intención de parte del gobierno demuestra que el partido de Santander es fuerte y que, con sus intrigas, aún fomenta la idea de que el Libertador tiene el deseo secreto de establecer su Código Boliviano. Sé que no sabe como obrar: si debe ir instantáneamente a la sede de los asuntos públicos, a Cartagena, o quedarse aquí y dejar que los acontecimientos encuentren su destino. Si se va, volvemos a caer en la conmoción, y antes de que pueda llegar a Bogotá, Venezuela se declarará independiente. Si esto ocurre, se debilita su peso en Bogotá y corre el riesgo de casi convertirse en prisionero. Montilla, que manda en Cartagena, también se aprovechará de nuestros problemas, e igualmente se sacudirá toda alianza con Bogotá. Esto, Bolívar lo ve claramente, y como no quiere encabezar la revuelta, se halla en situación dolorosa. Se espera cada hora la llegada del enviado del Congreso, cuando posiblemente algo ocurra que le haga tomar una decisión, hacia un lado o el otro. El señor y señora Mocatta, el coronel Wilson, el cónsul americano y el señor Hurry cenaron con nosotros. Mucha lluvia y truenos. Termómetro, 24 a las 7 y 26 a las 4.