Ya circula la noticia de que el señor Cockburne se va a Inglaterra, y estos liberales dicen que el Libertador ha encargado a su excelencia de solicitar respaldo de Inglaterra para elevarle al trono de Colombia y ayuda, tanto en tropas como en efectivo, para reforzarle en su intento. De hecho, no solo esto sino también los otros innumerables informes e insinuaciones, ingratos, mezquinos y mentirosos, así como las injurias abiertas a este grande hombre, muestran el carácter real de esta gente, que amontona calumnias sobre el hombre que los salvó de la esclavitud y del más deplorable estado de servidumbre. Es cierto que sus enemigos de Bogotá eran amargos y faltos de gratitud, pero sus propios compatriotas, ¡sus caraqueños! y muchos de aquellos a quienes ha dado las mayores muestras de favor y protección, no se quedan a la zaga de los bogotanos en insultos y falsas explicaciones de sus ideas y decretos. La censura de los sudamericanos no es como la censura de los europeos: surge de hombres sin moral, bajos, incultos, incapaces de juzgarse a sí mismos y, por lo tanto, mucho menos de hacerlo con los actos de un Bolívar. Algunos tenemos aquí (y por supuesto lo mismo ocurre en otras ciudades de la república) que son impulsados por la envidia, la ambición y la voracidad pecuniaria, esperando que con la caída del Libertador, o el desprecio hacia él, puedan erguirse sobre su ruina. Pero espero sinceramente que no se realicen sus esperanzas y que cuando el general llegue a la sede del Gobierno tome las medidas necesarias para que, a fin de cuentas, como debe hacer un padre con sus hijos —sin descuidar la vara— estos no hereden la inmoralidad y ociosidad de sus padres. Ha llovido todo el día. Cené en casa de Mocatta. ¡Cuánta estupidez! Termómetro 22° a las 7 y 23, a las 4.