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Capítulo IV Páez, el hombre fuerte
1827 julio 06 - 1829 diciembre 31
Páez, el hombre fuerte
1827 julio 06 - 1829 diciembre 31
Subcapítulos
Caracas

Esta mañana presencié la ejecución del rebelde y ladrón Ramírez, colega de Cisneros. Es, por lo menos, un acto de energía y justicia por parte de las autoridades. El villano fue fusilado en la plaza hacia las 11, y murió como un cobarde. Es probable que las recientes maniobras del jefe del Tuy sobre Caracas hayan sido con el objeto (de ser posible) de un rescate nocturno. Afortunadamente, sin embargo, se habían tomado medidas para oponérsele, y se esperaba el intento para la noche del 2. Todos estaban alertas, y se me ocurre que ni uno de los habitantes cerró un ojo antes de que amaneciera. El ruido constante de las patrullas montadas y de a pie, hora tras hora durante la noche, daba a la ciudad el aspecto atemorizado de quien espera el ataque de un ejército de miles de hombres, en lugar de un par de centenares de bandoleros. Ramírez era un hombrón de color, de seis pies completos de estatura, muy atlético de aspecto y ya entrado en años: yo diría que pasados unos cuantos de los cincuenta. Su carrera de asesinatos y pillaje duró desde 1812, de modo que no podía ser un niño. El bandido estaba tan aterrorizado al acercarse a lo que había hecho sufrir a tanta gente inocente, que los efectos le habían despojado de toda hombría y apenas pudo caminar hasta el lugar de la ejecución, teniendo que sostenerlo las dos personas llamadas «hermanos de la ceremonia», cuyo trabajo consiste en recoger y encajonar los restos del criminal. El bandido llevaba el crucifijo en las manos y le iba haciendo reverencias, y tan pronto como el cura recibió las últimas palabras de su confesión y el oficial anunció que le había llegado su última hora, suplicó a gritos al pueblo que uniera sus plegarias a las de la iglesia en una misa que se diría esa tarde por el descanso de su alma, y pidiera el perdón de Dios por los pecados que había cometido: esas fueron sus últimas palabras. Se le vendaron los ojos con un pañuelo, se arrodilló frente a los soldados que iban a enviarlo a la eternidad, y en un segundo allí fue a parar su alma. Tres balas le atravesaron el corazón y cayó de espaldas sin un quejido, pero no sin luchar. Un solo fusil le dio el coup de grâce, poniendo fin así a la existencia de un hijo de Colombia cuya vida había consistido durante veinte años en una serie de actos de rapiña y asesinatos. De los crímenes tiene que responder España, pues sus emisarios, tanto aquí como en sus posesiones vecinas, le instigaron y alentaron en la preparación de los dichos actos.

Todavía existe el archiladrón y su colega el coronel español, y espero que ambos, para tranquilidad del país, corran una suerte similar. Actualmente Caracas está bien protegida por una guarnición de milicia de La Victoria, los valles de Aragua y otros distritos, compuesta por los trabajadores de los distintos sitios, lo cual demuestra cuán perjudiciales son para este sector del país las continuas depredaciones de estos ladrones y cuán necesario es hacer todos los esfuerzos posibles para aniquilarlos, eliminando al mismo tiempo la vergonzosa imbecilidad o corrupción por parte de los poderosos, que han permitido que semejante rufián anduviera asolando el país durante los últimos seis u ocho años.

Más noticias procedentes del interior sobre los estragos de otro fléau (Colombia está condenada a los terremotos), dicen que los resultados del que se sintió en Bogotá el día 16 de noviembre han sido verdaderamente terribles mucho más al sur. En Paita fue tan violento que arrancó bosques enteros de raíz. Popayán ha sufrido enormemente y la alta carretera que va de allí a La Plata, llamada el páramo de Huanacos, quedó impasable, hasta para los indios que, a pie, están acostumbrados a los peores senderos. El curso del río Magdalena se vio detenido por la caída de una montaña entera, inundó el valle de Neiva, destruyó la capital y arrastró el ganado además de centenares de habitantes. La suerte de Pasto y Quito aún no se conoce. Hoy ha llovido un poco. Termómetro, 19° a las 7, 21 a las 12 y 21, a las 4.

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