A las 6 de la mañana me entregaron la valija de despachos y una agradable carta de Esher. Todo bien, gracias a Dios. Por lo tanto, ocupado todo el día. Ni una línea del señor Cockburne. ¡Como para creer en promesas! El correo de Bogotá llegó, y por lo que dicen mis cartas, el estado de las finanzas así como el disgusto por el éxito de Santander y su facción en la elección de electores, han afectado tanto al Libertador que Wilson dice que:
Ha perdido toda su energía y hasta sus mejores amigos se quejan de su ruinosa apatía: sus enemigos, por supuesto, se regocijan. El temor de perder su gloria impide que adopte las únicas medidas que podrían restablecer la prosperidad.
Bonaparte tenía sus momentos de perplejidad frente a acontecimientos adversos y al ver frustradas sus esperanzas, pero lo suyo era disgusto ante las frustraciones de una ambición insaciable y maligna. El de Bolívar es por la indignidad de sus compatriotas, que prefieren el vicio y la indolencia a la virtud y el patriotismo puro. Su ambición es el bienestar y felicidad de un pueblo al que ha dado libertad y la existencia de una nación. Mi amigo escribe que tanto oficiales como hombres apenas reciben dinero suficiente para pagar sus raciones diarias, y si las cosas siguen así se verán reducidos a un perfecto estado de desesperación, cuyas consecuencias no pueden predecirse, y es esto lo que esperan ver los enemigos de Bolívar en Cundinamarca. Mucho me temo que vaya a ocurrir algún acontecimiento grave en esa capital, de naturaleza mucho más desastrosa que el terremoto.
El partido de Santander, así dicen mis comunicaciones, vuelve a crecer rápidamente, y si los diputados de los estados o provincias norteños se retrasan en llegar a Ocaña, el partido del vicepresidente se hará con todo antes que ellos. Esta gran reunión o será manejada mediante el temor por el vicepresidente o resultará un desbarajuste y terminará reduciendo el país a una situación más ruinosa de la que vivimos ahora. Termómetro, 19° a las 7, 23 a las 12 y 22 a las 4.