Recibí carta de Jane esta mañana en la que me dice que esa mañana vino a visitarme sir Robert Gardiner. Lo que dije durante su visita con relación a S. A. R. fue que:
el asunto griego tenía en gran estado de ansiedad a este ilustre personaje y que, en cuanto a lo personal, él y Lady G. habían decidido acompañar al Príncipe a todo riesgo. Sir Robert cree que no serán pocos para cualquiera del grupo si se tiene en cuenta lo violenta e indisciplinada que es la raza de estos hijos modernos de Grecia
Mi hermana agrega:
Sería difícil escribirte todo lo que dijo acerca del tema, pero el resultado parece ser que, aunque el ofrecimiento todavía no se ha hecho formalmente al Príncipe Leopoldo, con seguridad se hará; y que S. A. R. es casi seguro que acepte, pues no parece que, situado como está en este país (con quienes detentan el poder), pudiera rechazarlo.
Llevé mis paquetes a la oficina postal para el correo que sale hoy para Caracas. El señor Rolleston me dijo que había depositado mi último trimestre de sueldo en Wrights and Co. Me encontré con el señor Ranking a las 6, y sigue con su viejo pasatiempo del origen mongólico de la civilización comparativa de Sudamérica. A las nueve fui a una pequeña reunión en casa de la señorita Wallis, donde encontré al señor Maclean y familia, incluyendo su secretario de legación, el famoso Washington' class='cs6-d entry-index'>Washington Irving. No puede ponerse en tela de juicio la impresión intelectual que ha hecho en cuanto a sus méritos en Europa y en su propia patria, pero su apariencia no transmite el renombre que llevan muy merecidamente sus obras: se ve tosco, inelegante y pesado. Poco oí de su conversación, de modo que no puedo hablar de sus poderes en ese campo o de los de su jefe —pues este parecía muy reservado—, pero su hija tenía un aspecto de hermosa sencillez no muy común entre las damas jóvenes de los Estados Unidos, muchas de las cuales poseen una gran porción de belleza, demasiado frecuentemente acompañada por un aire de que su valor no es desconocido para su poseedora. Cantamos bastante —fue todo agradable— y Skinner y lady Hudson Lowe fueron les merveilleuxes de esta reunión, en sus respectivas debilidades.