Atareado con mis despachos. Fui a ver a Mariño y le hice algunos comentarios sobre la insensatez de que el Congreso haya consentido mudar la capital. Me dijo que no había sido de ninguna manera un acto inteligente, pero que para suavizar los sentimientos del pueblo de Caracas en cuanto a esto, se quedarían aquí todas las oficinas públicas, y que el nuevo sistema establecería una especie de sede de gobierno movible, siempre dentro de cierta cantidad de leguas de esta ciudad, o sea dondequiera que el Ejecutivo decida establecerse. ¿Habráse visto alguna vez absurdo o locura infantil e imbecilidad semejantes a los de este acto? ¡Ay de vosotros, repúblicas y republicanos! ¿mereceréis alguna vez el cetro de una sana monarquía? Stopford cenó conmigo. Mariño es un ser débil, pálido y vanidoso, amoral y sin principios políticos.