Mucha lluvia y truenos. Esta tarde llegó de Valencia el general Páez, así que no ha pasado por el Tuy. A continuación copia de una carta que dirigió a Cisneros, en respuesta a la que ya he anotado en mi Diario, fechada el 9 de agosto de 1831.
Al comandante Cisneros. Valencia, a 1° de septiembre de 1831.
Mi querido compadre y amigo: Con estos títulos, y con el sincero deseo de mantenerlos, me dirijo a usted, porque quiero que sea usted siempre un amigo y también para darle pruebas del sincero afecto con que, voluntariamente, aun sin tener su consentimiento, me he hecho compadre suyo.
He recibido su apreciada carta del 9 de agosto pasado, en la cual usted promete no llevar a cabo ninguna hostilidad y continuar viviendo en paz mientras las Armas de la República no le persigan. Para poder contestarle he consultado con el Consejo de Gobierno a fin de dar a usted una respuesta absolutamente segura. Ha sido muy satisfactorio para mí que usted, cansado ya de llevar una vida de vagabundo por los bosques, busque voluntariamente el descanso y la paz, mostrando el deseo de trabajar y de entrar en una vida civilizada, protegido por las leyes y disfrutando de tranquilidad. Le prometo que sus buenos deseos se cumplirán totalmente y, sobre mi honor, que su persona permanecerá segura, y usted cultivando su propiedad y disfrutando de sus cosechas sin estorbos, ni temor; pero es necesario que deponga usted las armas, entregándolas al Gobierno, porque no puede permitirse que nadie, en el territorio de la República, posea armas sin el consentimiento y permiso de quienes están encargados de la Administración. También es necesario que todos los que le acompañan se presenten a las autoridades más próximas, para que les entreguen sus tarjetas y permisos de residencia. Todos serán perdonados por las opiniones y acontecimientos pasados, sin que se les moleste ni persiga por esta razón. Si quiere usted venir a mí personalmente y hacer un reconocimiento formal de obediencia a la Constitución y las leyes, le enviaré un salvo conducto a fin de que ninguna Autoridad le moleste por el camino, pero si no lo desea, puede hacerse como usted prefiera. No dude de mí ni por un instante, porque soy incapaz de engañarle o de hacerle promesas que no tenga verdaderas intenciones de cumplir.
Preséntese y venga con la mayor confianza a los brazos de su amigo y compadre que no solo le dará la tranquilidad y descanso que usted pide, sino también algunos medios para trabajar por su subsistencia y la de su familia. Me encargaré personalmente de hacer todos los arreglos como deben hacerse, a fin de que usted pueda vivir en paz, seguridad y felicidad, y entonces estaré plenamente satisfecho por haber sido padrino de su hijo, a quien hice bautizar y nombré Dionicio para que se acuerde de su padre. Está bajo mi cuidado y aprendiendo en la escuela. Le he extendido todas las consideraciones que su inocencia y la suerte de usted me inspiran, y que quiero mejorar hasta donde me lo permitan mis poderes. No vacile ni dude un instante sobre esto, aproveche esta ocasión para abandonar esta vida llena de fatigas, y venga a ver a su hijo, que le será entregado inmediatamente, a menos que usted desee que yo continúe encargándome de su educación y dispensándole mis cuidados paternales, como lo he hecho hasta ahora. Nunca sería capaz de deshonrarme haciéndole falsas promesas, por el contrario termino asegurándole que soy su amigo verdadero y afectuoso compadre, (firmado) José. An. Páez.
P.D. Dentro de ocho días estaré en la ciudad de Caracas, donde me encargaré de la Administración de la que me había separado debido a la Campaña Oriental, y allí esperaré su respuesta.