A las 6 de la mañana despaché mis paquetes al puerto: el correo debe zarpar a la 1. No se le esperaba hasta ayer en règle, de modo que antes de que vuelva a llegar en abril habrán transcurrido más de cinco semanas, que son como un siglo para quien está lejos de los seres amados y respetados. Estamos en la época sagrada de Cuaresma y es costumbre que los curas hagan sermones tres veces por semana, pero lo hacen extemporáneamente. Y en vista de la cuestión del no regreso del obispo a Venezuela sin hacer el «juramento constitucional y además la eliminación de los diezmos, y la negativa del Congreso a introducir en las leyes de la república un artículo que prohíba la existencia de ninguna otra religión en el Estado que no sea la Católica Romana, que debe ser la única fe predominante que gobierne al país», los sacerdotes se han puesto furiosos e insolentes, y en lugar de predicar la divinidad, fulminan con la política y la venganza a quienes tan infamemente mantienen estas odiosas teorías. Y aún con más vigor atacan la audacia de la prensa libre, diciendo que todos los males y desgracias que actualmente aquejan al país y a sus eclesiásticos se deben a sus [de la prensa] relaciones con los herejes. Estos curas de ideas tan liberales piden a sus feligreses que no mantengan relaciones con estos malditos de la humanidad, si es que buscan felicidad en este mundo y quieren salvarse de la maldición en el próximo. Todo esto se dice con el verdadero ardor del fanatismo católico y demuestra los principios anticristianos con los que estos indignos hijos de San Pedro quieren que su rebaño los siga, cosa aun más peligrosa ahora que los negros creen que reclaman sus derechos temporales y no solo los blancos les quitan su herencia natural, sino que los padres hacen lo mismo con la espiritual.