A las 5 de esta mañana estábamos todos en movimiento. El sol ya teñía de rojo el horizonte oriental, mucho más temprano de lo que lo vemos entre la cordillera de La Silla. El general y yo dimos un buen paseo antes del desayuno, durante el cual me informó que había comprado tres fincas, que ahora formaban el conjunto que llevaba el nombre de San Pablo, y cuya circunferencia alcanzaba a 40 leguas y que no le habían costado más de 9.000 dólares (£1.500); pero, claro, era solo el precio de la tierra. Todas y cada una de las cabezas de ganado que allí había las había colocado y criado él después de la compra, así como muchas edificaciones para la fabricación de queso y otros productos rurales, incluyendo su propia residencia. Creo que dijo que su mayoral, señor don Vicente Pérez, había sido el institutor activo y superintendente del extenso hato, etc. Los cientos y cientos de millas que están en este momento huérfanas de rebaños, pero tienen la capacidad de cultivo y cría de incalculables multitudes de ganado, caballos y mulas, dan una idea de la capacidad latente de prosperidad, riqueza y felicidad que se extiende de un océano a otro de este nuevo mundo.
El recién nombrado don Vicente me dio una lista de todas las distintas clases de palmeras que su memoria podía recordar, y que son las siguientes: el pijiguao o pijibae (que da los dátiles); la palma real de San Pedro; el corozo; el palmito; la macagüita; la macanilla; el albarico; el cubarro; el píritu; la yagua; el chaguaramo; el moriche; la palma llanera; el coco y el marará 1(Corozo [Acrocomia sclerocarpa]; palmito [Euterpe sp. pl.]; macagüita [Martinezia Aiphanes]; albarico [Badris setulosa. Karsten]; cubarro [Badris Piritu. Karsten]; Yagua [Attalea Humboldtiana. Spruce]; chaguaramo [Roystonea regia]; moriche [Mauritia flexuosa]; palma llanera [Copernicia tectorum]; coco [Cocos nucífera. L.]; marará [Martinezia elegans]; pijiguao o macanilla [Badris Gasipaes]) Y me dio igualmente los siguientes detalles sobre estos árboles: el pijiguao, o datilera es muy común en la tierra de Guayana, e inestimable para los indios de Río Negro. Con su madera construyen sus habitaciones; su fruta, que crece en racimos, les da alimento y su jugo, mezclado con agua, da una bebida muy sana. El árbol crece hasta gran altura e inmediatamente debajo de sus ramas cuelgan los racimos de fruta, que van de treinta a cincuenta, cada uno de los cuales contiene de 400 a 500 dátiles. Al racimo se le llama «pijibae», y de ahí su nombre. Tanto la palma real como la de San Pedro se usan en la construcción de viviendas, empleándose las hojas como cubierta. El corozo suele crecer hasta una altura de 14 a 18 pies, tiene la corteza sumamente áspera y espinosa, y muy curiosa y singularmente tanto sus frutos como sus hojas están protegidos de la misma forma. La fruta no se come, pero cuando el árbol es muy joven y tierno, produce un fluido vinoso que tiene grandes virtudes médicas. Uno de los métodos de obtener este fluido es cortando el árbol y haciéndole un agujero cuadrado en el corte, cerca del fruto. De ahí brotará el jugo durante varios días. El palmito es el más común de los llanos de San Pablo y Calabozo. Su única utilidad es la de estar dedicado a formar chozas y corrales para el ganado. La macagüita da un pequeño fruto, que se parece y sabe como la nuez del cacao. La macanilla, por la dureza de su madera, los indios la utilizan para hacer puntas de flecha y otras armas puntiagudas. El albarico, por lo espeso de la textura de su madera, sirve para hacer tallas en distintos adornos, y además pipas para tabaco. Lo trabajan los indios. El cubarro produce un fruto del tamaño de un melocotón, de buen aroma, pero amargo. El píritu es una caña con aspecto de palma, cubierta de una capa espinosa, negra, fuerte y resbaladiza, y se usa para tubos de fumar. Su fruto cuelga en enormes racimos. La yagua también produce frutos abundantes con propiedades medicinales. El moriche, por su substancia fibrosa produce un material como el cáñamo, con el que se hacen las hamacas de los indios. Esta es toda la información que pude recoger sobre este árbol. Entre los trabajos diarios que se llevan a cabo en San Pablo se cuenta el despeje de parte del bosque cerca de la casa, y no es el de menor actividad. Se abren caminos hacia el río en su densa frondosidad, no solo por conveniencia para las comunicaciones con la casa, sino también para que el ganado de las proximidades pueda abrevar con mayor facilidad. El general parece derivar gran placer de ayudar personalmente en estas labores, pues cuando no está ocupado en otros trabajos de mejoramiento, más de una vez le he encontrado dándole machetazos a los árboles y la maleza, trabajando con ardor no inferior, y fuerza, al más bajo de los esclavos o partidario llanero. Le dije que era el perfecto Cincinato del nuevo mundo, cosa que pareció complacerle inmensamente, y me dijo: «Hago esto para mostrarle a los campesinos que, habiendo compartido con ellos los peligros y fatigas de la guerra revolucionaria, lo mismo hago ahora puesto que la paz ha sido su resultado, en las labores que solo pueden consolidarla; siendo además mi sincero deseo y consejo permanente a los militares desempleados, desde el general en jefe hasta el simple soldado, no considerar ya el país como necesitado de su ayuda como defensores, sino como sus cultivadores. Mostrando así por la conducta de los oficiales a sus humildes camaradas, primero un incentivo hacia la industria pacífica y, segundo, por su consejo, obediencia a las leyes, que ahora es su único deber como buenos ciudadanos y sinceros patriotas.»