Ni una palabra de nada, de nadie, de ningún sitio. El personaje naval que cenó conmigo hace uno o dos días hizo un relato singular sobre sir Robert Wilson, a saber que en 1811 era guardiamarina a bordo del Argo, navío de guerra que navegaba hacia Constantinopla con sir Robert (entonces el señor Liston) y su séquito, como embajador ante La Puerta (sir Robert Wilson iba a organizar una parte de la caballería turca). Una noche, casi a mitad de camino, sir Robert tuvo un sueño que, según cuenta el guardiamarina, iba acompañado por una especie de pesadilla, pues despertó a muchos de sus compañeros, que pronto lo despertaron a su vez. Por la mañana interrogaron al valiente coronel sobre la causa de tanto movimiento y agitación, a lo cual respondió que sus sueños se habían visto muy perturbados por el señor Perceval 1(Spencer Perceval [1762-1812], primer ministro británico [1809-1812], asesinado en 1812. El evento referido por sir Robert debe haber ocurrido en 1812 y no en 1811), y que se habían terminado con la visión de un coche fúnebre tirado por seis caballos, con todo su cortejo, deteniéndose frente a la puerta del premier. No se le prestó mayor atención al relato hasta que se habló con un barco que venía de Inglaterra, y al preguntar cuáles eran las noticias, lo primero que contaron fue el asesinato del señor Perceval. Y, claro, se recordó enseguida el sueño de sir Robert, y mi narrador naval me dijo que, naturalmente, se hicieron cálculos y se consultó la bitácora, ¡y se descubrió que el momento del sueño coincidía con el día en que fue enterrado! No podía poner en duda este relato singular, y el capitán agregó que nunca más ha vuelto a ver a sir Robert, quien [se asombró] al igual que el resto de la tripulación del barco. He aquí, pues, otra singular coincidencia relativa a sueños y acontecimientos.