Se celebró (el aniversario de la Independencia de Colombia, firmado en Caracas en 1811) con mucha más pompa militar y aparente respeto, armonía, y entusiasmo nacionales, que en todos los cinco años pasados. Después de la ceremonia usual de lectura del Acta de emancipación, fue ofrecido un espléndido déjeuner à fourchette a cerca de 100 personas en la gran sala de su residencia, que duró hasta las 4. Mucha comida y mucho beber champaña en honor de los brindis patrióticos. Discursos entusiastas y, como tenía que ser, el general Páez considerado como preservador de la existencia del país, la concordia, la unión general de todos los partidos con el único objeto de la consolidación política del Estado, y la prosperidad tanto comercial como financiera. Es cierto que los jefes y muchos de todos los partidos parecían no tener más que un deseo, y los discursos del vicepresidente, Páez, Montilla, los jefes de departamentos, y casi todos los viejos patriotas, fueron muy nobles y no se olvidaron de lo que el país entero le debía a Bolívar, por cuya memoria y cenizas se brindó de lo más ardientemente. Detrás de todo esto hay más de lo que parece. Estoy seguro de que dentro de muy pocas semanas se tomará alguna medida para dar mayor poder al gobierno, pero la gran dificultad reside en hacerlo sin una clara violación de la Constitución. No me cabe duda de que se hará. El doctor Urbaneja, exvicepresidente, ha aceptado el cargo de ministro de Relaciones Exteriores. Es hombre de principios muy liberales y tolerantes en cuanto a religión, y se da cuenta de la miserable e ineficiente situación del Poder Ejecutivo, bajo esta constitución imbécil y absurdamente formada. Puede decirse que el gabinete de Soublette ya está formado, y como tiene a todos los de esas ramas del gobierno de su parte así como la mayoría del Consejo de Estado, el golpe maestro no está lejos.