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Capítulo X Sir Robert El Diplomático
1835 octubre 01 - 1841 febrero 07
Sir Robert El Diplomático
1835 octubre 01 - 1841 febrero 07
Subcapítulos

Cabalgué hasta Maiquetía para despedirme de mi siempre adorada amiga. El señor H. no había ido a La Guaira como esperaba ansiosamente que lo hiciera, de modo que me vi privado de esa gran felicidad que tan bien había calculado para decir adiós a esta querida dama, que tiene triste el corazón, tanto así que mucho me temo que recibiré noticias melancólicas de ella cuando tenga oportunidad de escribirme a Europa. Nuestra despedida fue silenciosamente dolorosa, y nos separamos de la forma más aparente y comedidamente fría. El señor Harrison me acompañó de vuelta a La Guaira. Claro que por el estado de mi mente y sentimientos el trayecto no fue nada animado. Cené con los jóvenes de la firma en casa del señor Weymar, donde me alojo. A las 5 fui al muelle para embarcarme. El señor Lord y muchos de los comerciantes extranjeros y las principales autoridades de la aduana, así como muchos nativos, se encontraban allí para asistir a mi partida. Aquí me encontré con todos mis antiguos sirvientes de Caracas y con dos de las de mi queridísima amiga peruana, una de las cuales, al darle la mano, como lo hice con todos ellos, puso en la mía una afectuosísima carta de su ama. Todas estas fieles criaturas lloraban amargamente cuando subí al bote, después de apretar la mano de todos mis amigos comerciantes. ¡Confieso sinceramente que me ausenté de La Guaira con el corazón oprimido! En pocos minutos estaba a bordo de la goleta, y ya en plena mar, leí la carta de mi adorada amiga, y esta lectura confieso que me causó más dolor del que puedo anotar. Sus sentimientos, afectuosos, y su tono, triste, muy triste. Dejo a esta querida persona bajo la protección del cielo, y bajo la bendición de este, espero que encuentre la tranquilidad. La noche era hermosa, clara y sin nubes la luna, y mientras pasaba las horas acostado en cubierta contemplándola de lleno, pensando en el pasado, y en todo el futuro que se abre ante mí, observé un precioso eclipse de este astro brillante que, espero por el amor de Dios, no haya sido el emblema del de mis brillantes esperanzas. Puede que lo sea del presente por lo sombrío, pero espero que después también lo sea pareciéndose a ella cuando recuperó su brillo. ¡De aquí que considere simuladamente mi sombría situación de ahora 1(En español, en el texto) como similar a mi amistad y amor por mi querida amiga, que podrán comprobarse en el futuro tal y como terminó la oscuridad en esa pura luna!

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