A las 12 del día la goleta anclaba en el puerto de Puerto Cabello. El procónsul Sr. McWhister vino a recibirme acompañado de varios nativos y comerciantes extranjeros. Encontré al Robert Syers dispuesto para hacerse a la mar, de modo que mañana a las 2 p. m. las velas nos llevarán rumbo a la vieja y querida Inglaterra. Me alojé en casa del señor McWhister. Había varias personas invitadas a conocerme y la comida salió bien. Estaba un tal doctor Litchfield, cónsul de los EE. UU., el capitán Loney del Robert Syers, y algunos se fueron a casa bastante mareados. Este es un lugar horripilante tanto para beber como para otras irregularidades. La ciudad se ve bastante solitaria y su clima es intensamente caluroso y húmedo.