Desayuné (un grupo numeroso) con un tal señor Royal Phelps, comerciante norteamericano y gran amigo del señor Harrison. Casi todos los del mismo grupo estaban allí, algunos de ellos apenas repuestos de los efectos de la cena de anoche. Este déjeuné [sic] fue como un almuerzo en su totalidad, salvo por el té. El champagne corrió muy copiosamente y pronto pudieron observarse sus efectos, particularmente en el Dr. Litchfield. Al terminarse esto, y después de haber tratado de asuntos tanto públicos como privados con el procónsul, a las 2 salí de su casa y, naturalmente, me llevó hasta el barco el bote gubernamental y me acompañaron las autoridades. La verdad es que no han podido ser mayores las grandes atenciones que me han manifestado los venezolanos, desde Caracas hasta esta última prueba de ellas en Puerto Cabello. Mis compañeros de viaje son el señor Sabás Páez y el joven señor John Greenshields. Aquel vino conmigo de La Guaira, a este lo encontré en casa del señor McWhister esperando mi llegada.