A las 8 de esta mañana, según cálculos cronométricos, el Pyramus se hallaba a 38 millas al nordeste de Porto Santo. Viento nordeste. A las 9 vi a estribor las tierras altas de la isla, con la apariencia de un cono truncado (boceto). Hoy tuve prueba de nuestra proximidad al clima tropical, por el vuelo de unos cuantos peces voladores que se levantaban por encima del nivel del mar al hendirlo la proa. Se mantenían bastante cerca de la superficie de las olas, y parecían hundir la cabeza y la cola de vez en cuando en el agua; pero si esta circunstancia era el efecto de un accidente, o su comportamiento usual, no lo sé todavía. Volaron unas 150 yardas contra la ligera brisa que nos llevaba. Llegamos a la altura de Porto Santo hacia las 2, habiendo visto vagamente durante algún tiempo una isla rocosa, al nordeste de la de Madeira, que lleva el nombre de Los Desertores. Conforme nos acercábamos gradualmente al lugar de nuestra escala, su elevada y escarpada forma se alzaba orgullosamente sobre el Atlántico. Masas de negras nubes velaban su cúspide y, al irse poniendo el sol, pareció volver a substraerse totalmente de nuestra vista debido a los crecientes vapores que la envolvían. Como el viento amainó y fue cayendo la noche, el capitán Gambier decidió no fondear hasta primeras horas de la mañana. Eran ya las cinco cuando llegamos frente a Los Desertores, cuyas agrestes formas enrojecidas por el sol poniente ofrecían preciosos estudios para el lápiz. Termómetro: 22.