A las 10 acompañé al coronel Stopford a visitar al general Páez, uno de los héroes de la revolución, y uno de los más honorablemente valientes. Es hombre de noble apariencia, aunque no de gran estatura, un agradable y expresivo semblante y una mirada astuta y brillante. Se dice que le debe todo a sus talentos peculiares y a la fortune de la Guerre. Nació en San Felipe, de orígenes obscuros. Se vio obligado a escapar del lugar por una pelea y sus consecuencias, y se convirtió en vaquero de los llanos. Pero habiendo tenido la desgracia de matar dos de las reses de su amo, huyó de nuevo y se volvió soldado de fortuna. Su carrera le ha llevado en este momento al mando principal de la Provincia de Venezuela. ¡Sus grandes pasiones son el juego y las peleas de gallos! Al terminar esta visita fuimos a ver a otro personaje militar, el general Mariño. No estaba, pero se encontraba su esposa, una persona muy joven y bonita y, me atrevería a decir, a la que no le faltan las ganas de relaciones más íntimas. También estaba allí una hija de su esposo, casi de la misma edad que ella, que habla algo de inglés y francés.
Un par de corsarios españoles navegan frente a la costa y se han apoderado de varios buques de bandera colombiana, llevándoselos a Puerto Rico. Hay considerable aprensión aquí por miedo a que ocurra un desembarco de tropas procedentes de la isla, pues los españoles han enviado refuerzos de 4.000 hombres durante estas tres semanas. Cené en casa del coronel Stopford.