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Capítulo II Venezuela tierra turbulenta
1825 noviembre 27 - 1827 enero 07
Venezuela tierra turbulenta
1825 noviembre 27 - 1827 enero 07
Subcapítulos
Caracas

En vista de la abominable y bulliciosa costumbre de tirarle huevos y agua a todo el que pasa por la calle, me he visto obligado a quedarme en casa hasta esta noche, cuando cesan los tres días de locura. Esta mañana un hombre llamado McCleod (escocés y pensionado de Chelsea), uno de los colonos del Topo, vino a verme exigiendo desagravio pues, según dijo, había sido engañado por la Sociedad Agrícola para este país, con la cual había pactado ciertas condiciones para emigrar a esta región, y debían de entregársele ciertas tierras. Pero [dijo] que se le había engañado, tanto en cuanto a lugar como a clase de tierra, e insistió en un desagravio por mi parte. Estaba bien cargado de aguardiente, y le dije que quedaba fuera de mi jurisdicción tomar parte alguna en el asunto y que a quien debía de quejarse era a los agentes de esa compañía aquí. Dijo que ya lo había hecho pero sin éxito, y que ahora había venido a mí para exigir sus derechos. Le dije que yo no intervendría, y le rogué que no gritase y que se fuera. Me dijo entonces que lo único que buscaba era mi consejo y esperaba que se lo diese. Le dije que el solo consejo que podía darle (pues parecía no estar dispuesto a darse por satisfecho) era que fuera a presentar sus quejas a los caballeros de la Sociedad en Inglaterra –ya que no era a mí, sino a ese organismo o sus agentes, a quienes debía pedir su desagravio– pero insistí en que no dijera que lo había hecho por instigación mía y en que no emplease mi nombre en el asunto. Las colonias incipientes siempre corren el riesgo de pasar dificultades, apuros y decepciones, pero las colonias de personas trasplantadas de países civilizados (y sobre todo de uno como Inglaterra) naturalmente sienten las privaciones más que otras, particularmente las que afectan al agricultor. Más que privaciones, debería decir decepciones. Esta gente del Topo se encuentra con que la composición del suelo es tal que no puede usar el arado y la grada; con que el clima no permite el cultivo de trigo u otros granos; que solo crecen el café, el añil y el algodón, y que hay que invertir cantidad considerable de trabajo en limpiar el suelo de árboles, etc.; y que tienen que transcurrir tres años antes de que empiece a cosecharse el producto principal de su labor. No dudo que estos escoceses (pues casi todos lo son), al igual que los primeros colonos españoles, pensaron que nada tenían que hacer sino cosechar sin las fatigas del trabajo, que el oro y la plata se obtenían casi sin esfuerzo, y que la naturaleza había sido tan prolífica con Sudamérica que, como los perezosos nativos, podían disfrutar de la indolencia y les caería el dinero del cielo. Pero ahora que se han dividido las tierras y se dan cuenta de que no son las buenas tierras arables y los pastizales de Inglaterra y Escocia, y que para ponerlas en estado provechoso se verán obligados a hacer grandes esfuerzos, parece haberse apoderado de ellos un descontento general y se ve remota la posibilidad de que algún día se consideren satisfechos. Tres años para que el café dé fruto es mucho tiempo, pero si esta gente quisiera llenar este lapso aserrando madera, criando aves de corral y cultivando vegetales, ganarían grandes sumas de dinero antes de que comenzase su cosecha dorada.

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