El capitán Chambers y su hijo subieron hoy. A la 1 se los presenté al general Bolívar y a Páez. Al primero tuve buen cuidado de informarle que La Guaira casi le debía su salvación a él —del incendio— y le conté los esfuerzos que hizo este excelente oficial con sus hombres cuando, el año pasado, tuvo lugar la conflagración. Todos cenamos en casa del señor Madriz: cena y baile en honor del Libertador. Un grupo numerosísimo se sentó a la mesa, en el mismo cuarto donde Bolívar había nacido hacía casi 44 años. El presidente, sentado como de costumbre con Páez a la cabecera de la mesa, recibió muchos testimonios de alegría, felicidad, patriotismo y afecto. Al regresar al salón de los postres, después de transcurrido el tiempo necesario, y después de haberse brindado por la salud de S. E., hizo un discurso muy conciso, pero excelente, a los presentes, refiriéndose a que se encontraba en su casa natal, etc. La velada se inició con música y bailes y, como de costumbre, se volvió casi insoportable por el humo y el olor de los detestables cigarros. Logramos de todos modos llegar a casa hacia las 11 de la noche, bastante fatigados por estos días de alegre trabajo, pero, ¿qué decir del pobre Bolívar, que de veras parece agotado por estos festejos y la plaga de visitantes diarios, y el caótico establo de Augias #001-0187 que tiene que limpiar? Termómetro, 21 a las 7 y 23 a las 4. No ha llovido.