Otro aniversario de mi día natal. No sé si después de pasar otro año soy más merecedor de la protección y las bendiciones del cielo de lo que era hace doce meses. Confío no ser peor y tengo esperanzas adicionales de que como he aprendido varias lecciones de paciencia y resignación a la voluntad de Dios, sacaré provecho de ellas y así seguiré mereciendo su protección futura. Si la soledad y necesidad de compañía ocasionan estas reflexiones y armonizan la mente humana con lo que tiende a su mejoramiento, aquí no faltan, además de ejemplos de lo opuesto a la virtud, que no deja de ser provechoso para algunos pero es lamentablemente peligroso para otros. En mi Diario del año pasado ya describí el estado de desmoralización de la masa, de modo que lo que digo ahora es absolutamente cierto. Un señor de nombre Pascal (comerciante francés) vino a verme esta mañana para pedirme que compareciera en la Alta Corte, pues necesitaba la presencia de la mayor cantidad posible de extranjeros (particularmente el cónsul de S. M. B.) para darle respetabilidad en una causa que iba a verse hoy. Por supuesto fui. El meollo del asunto era que hacía 4 años aproximadamente él había salido fiador ante la aduana por el pago de impuestos arancelarios que pudieran recaer sobre la casa de Foster & Co. (americana). Una sociedad de este tipo está dentro de la ley, pero entonces se requiere que el director de aduanas de cada puerto cobre los derechos mercantiles cada seis meses, pero por negligencia y corrupción por parte del jefe y funcionarios de la aduana, habían pasado cuatro años sin que se hubieran hecho cuentas, de modo que cuando Bolívar pidió a ese departamento que presentara sus cuentas y pagara el saldo, aparecieron en los libros más de 180.000 dólares sin cancelar, de los cuales 42.000 correspondían a la dicha firma, que ya estaba en quiebra. Como consecuencia se pidió al fiador que pagase la diferencia, y quedaron embargadas sus propiedades. El doctor Ponte, astuto abogado pero gran sofista, defendió la causa del señor Pascal y en un apropiado discurso de una hora produjo los argumentos y documentos necesarios para demostrar que su cliente, según las leyes vigentes, o estaba totalmente exento del pago o que este solo podía ascender a las suma que la firma mercantil debía a la aduana al expirar los primeros seis meses. Terminó la vista, y los diez honestos jueces tienen de 8 a 20 días para dar su decisión y sentencia. Este pequeño intervalo, en la mayoría de los casos, da tiempo a las partes opuestas para intrigar y pagar, no diré sobornar. Pero es soborno. Ahora bien, en este caso, como el gobierno nunca paga ni soborna y además está en estado de bancarrota, el señor Pascal tendrá que comprar su justicia, si es que tiene los medios. El caso está claro en cuanto a cuál debería ser el resultado, pero de un modo u otro, el infortunado comerciante tendrá que abrir el bolso. El señor Cockburne inesperadamente regresó de La Guaira esta mañana. El Aurora y el Ferret zarparon el 24, el primero para Los Roques y el segundo para Saint Thomas llevando a bordo despachos de S. E. y míos. No ha llovido. Termómetro, 23 a las 7 y 24 a las 4.