Llegó correo de Bogotá, trayendo noticias hasta el 19 de mayo. El 16 el Congreso decidió aplazar el asunto de la renuncia del Libertador hasta el 19, día este en que se discutió con gran violencia. Fue aprobada una moción, por 37 a 33, propuesta por uno de los miembros, el señor Soto, en el sentido de que el asunto debía volver a aplazarse hasta el 6 de junio para tomarse una decisión. El coronel Campbell dice en su carta que no hay que suponer que los 37 dieron su opinión verdadera: muchos de ellos votaron por miedo, y si la discusión se hubiera llevado a cabo fuera de Bogotá, la mayoría hubiese sido grande a favor de rechazar la renuncia, y de pedirle al Libertador que fuera allí a hacerse cargo de las riendas del poder. Soto, y los señores Azuero, Uribe, Osorio y Unda, y el coronel Márquez, estuvieron violentamente contra el general Bolívar. Por el lado opuesto estaban Baralt, Jerónimo Torres, Arboleda, Arroyo, Merino, Parejo y todos los miembros de Guayaquil y Popayán. Basándose en esto, el encargado de negocios quiere demostrar que, con excepción de Nueva Granada en parte, y toda Cundinamarca, todo está como debe estar, y agrega que el partido de Santander es atrevido e intrigante, y los amigos del Libertador son muy tímidos y el miedo les hará votar en contra de sus opiniones verdaderas. Azuero llegó al extremo de llamar tirano a Bolívar, y Uribe hizo lo mismo. La gente del Libertador dice que solo su presencia puede salvar la república de una rápida disolución, que Bogotá es el centro de las más viles intrigas y pasiones partidistas, y que las ideas de venganza personal han desterrado el patriotismo, y que si el presidente no llega rápidamente tendrá lugar una completa aniquilación política de Colombia. Bolívar dice que, aunque el Congreso rechace su renuncia, persistirá en exigirla, y que está tan asqueado que dejará que el mal se ocupe de sí mismo hasta que el país llegue a un estado tal que, con una sola voz, le pida que una vez más sea lo que tantas veces ha sido: su salvador; y que cuando haya dejado de ser su jefe se retirará a la isla de Margarita o alguna de las colonias británicas, hasta que la gente vuele a buscar su protección como jefe. Esto es muy románticamente republicano, pero tal vez tense demasiado la cuerda, y cuando desde las orillas de Colombia tenga lugar un sistema regular de separación de cada uno de los estados, y así situados los departamentos bajo sus propios jefes y formas de gobierno puede que se sientan más felizmente independientes que bajo el pesado y maligno dominio de los de Bogotá o convertidos en los peldaños que conducen a un punto quimérico, demasiado colosal para que se amolden a él los elementos de esta parte del nuevo mundo. El Perú ya no es de Bolívar. Guayaquil se ha colocado bajo sus propias municipalidades; el Estado central está en la mayor confusión e intriga gobernado solo partidistamente, mientras que Venezuela y Cartagena únicamente esperan el momento apropiado para sacudirse su tenue lealtad a Bogotá y la Constitución, cuya señal será la renuncia del Libertador. Y ahí se acaba la república, y todo el poder y la influencia del grande hombre no podrán jamás volver a unir estos estados diferentes. Dentro de 12 días se conocerá su suerte: en todo caso, estamos en vísperas de discordia civil y revolución. Bolívar no sabe, de verdad, qué hacer, pero debería absolutamente quedarse donde está, pues ya es tarde para intentar ir a la capital. De hacerlo así, esta perdería a estos departamentos, y todos lo perderían a él. Mañana sabré algo más de sus ideas. No ha llovido. Termómetro, 23 a las 7 y 25 a las 4.