Hice arreglos por medio del vicecónsul con el capitán del Mary Ann para que se lleve a Filadelfia al resto de los colonos escoceses que quedan, de los que pertenecían a la London A. Society, o sea, 32 adultos y 24 personas menores de 12 años de edad. El pasaje de los primeros costará 20$ españoles y el de los segundos, 12. Deben partir dentro de diez días, y bien que me alegraré de deshacerme de estos inquietos y atormentadores seres. Pocos son los que agradecen, a mí o al Gobierno británico, lo que se hace por ellos.

A las 10 de la mañana llegó el buque correo que había salido de Barbados el día 12, y es profundamente doloroso y extraordinario que no haya traído ni una línea, despacho o periódico para mí, de nadie. Esto solo puede ser una vez más negligencia del Foreign Office al permitir que pase el miércoles. La prueba de ello es que tampoco hay nada para el señor Cockburne. Me queda, sin embargo, una esperanza, y es que llegue algo con el correo de las islas de Sotavento, y el capitán Austin me lo traiga en el Aurora cuando regrese aquí según la promesa que me hizo hace tres semanas. El señor Hurry subió y se instaló chez moi, reciprocidad hospitalaria que le debo, pues hago lo mismo chez lui cuando visito el puerto. Mucha lluvia durante la noche, tanto así que mi paseo matutino no fue de lo más limpio debido al estado de los caminos. Termómetro, 23° alas 7 y 24, a las 4.