Ha empezado el nuevo año y confío en que resulte más beneficioso para los intereses y la felicidad de este infortunado país. Al celebrar el primer día de 1827 estábamos en el propio fuego de la anarquía. La Ley Marcial (pero muy diferente de la que existe ahora) se llevó al punto de pensar que la ciudad iba a ser tratada como la de un enemigo. Los salvajes llaneros insultaban sin cesar a su pueblo, y si no hubiera sido por la providencial llegada de Bolívar a Puerto Cabello, estos animales hubieran arremetido esa misma noche contra las tiendas y las casas antes de irse. La mañana siguiente se conoció este hecho, e indudablemente, hubiera habido resistencia, de modo que el Libertador, como tantas otras veces, de nuevo fue el salvador de su lugar natal y de la vida de muchos de sus desagradecidos habitantes. Que el cielo les dé más virtud, y que al terminar 1828 sepan no solo el inestimable valor de su héroe sino que puedan, con la bendición de Dios, apreciar aquellos valores que su falta de principios y virtud reducen a cero. Los Stopfords y la señorita O’Callaghan vinieron a cenar. Nada nuevo salvo el regreso del general Carabaño de Cumaná. Todavía no ha trascendido nada, pero su estancia en esa perturbada zona ha sido tan corta que se me ocurre que su presencia no ha realizado ningún cambio importante. Termómetro, 19° a las 7, 23 a las 12 y 21, a las 4.