Nada nuevo, pero por lo que puedo colegir el movimiento de tropas se debe al temor de desembarco del almirante La Borde con una fuerza española cerca de Coro. El general Páez está en un lugar, o más bien una casa de campo, en el Lago de Valencia, llamado Mocundo 1(La hacienda Mocundo pertenecía a los hermanos Rodríguez del Toro y era entonces el cuartel del general Páez), desde donde emitió la siguiente proclama el 16 de este mes. Habla claramente de respaldar a Bolívar en todos los actos y ordenanzas que hizo mientras estuvo con nosotros, y no dudo ni por un instante de la sinceridad de Páez, y que [no se saldrán con la suya] los descontentos y sobre todo los comerciantes, que se creían que tan pronto como se fuera el Libertador, se eliminarían o modificarían hasta tal punto todas las regulaciones relativas al comercio y a los derechos internos, que las cosas podrían hacerse a su nefasta manera:
Venezolanos: Tan cierta es vuestra dicha como ahora necesaria vuestra prudencia: el héroe que por sendas escabrosas nos ha conducido siempre al través de los peligros, hasta la cumbre de la gloria, vino a nuestro suelo por atender a nuestro llamado: ha oído de cerca nuestras quejas contra la administración corrompida del Gobierno: ha palpado nuestros males y se ha condolido vivamente de nuestra penosa situación. Nuevas agitaciones en la parte del Sur del territorio de Colombia aceleraron su sensible despedida, y en los últimos momentos de su honrosa visita, nos ha dejado en su proclama un ilustre documento de que su alma sublime está devorada por los más ardientes deseos de la prosperidad del suelo donde vio la luz por la vez primera.
Venezolanos: Casi todos los Departamentos han confiado su suerte al hombre grande que con su genio y valor nos ha libertado de la opresión: el poder, el influjo y el nombre del General Bolívar se han invocado para reformar las instituciones, serenando la discordia, y su invocación no será en vano: él nos ha ofrecido todos sus esfuerzos para reunir la Convención: allí se tratarán vuestros derechos con dignidad y circunspección, y de la sabiduría de este Cuerpo Soberano saldrán los resultados garantes de vuestra estabilidad, paz y felicidad.
Entre tanto yo he quedado encargado de hacer cumplir y ejecutar las leyes vigentes y decretos expedidos por el Libertador, con facultades extraordinarias: en tan peligroso ministerio me atrevo a recomendaros la unión como la base del orden: la razón, la prudencia y el deber empeñan todo mi celo y autoridad en mantener a Venezuela bajo el mismo pie que se me ha confiado. Sí, venezolanos: vosotros que me habéis visto siempre como vuestro compatriota y vuestro amigo, debéis darme ocasión de congratularme con vosotros mismos cuando lleguen nuestros días de contento y regocijo, de haber desempeñado mis funciones sin amargura, convencidos de que sólo el criminal ha sentido el peso de la ley. José Antonio Páez, Jefe Supremo de Venezuela.
De modo que, por el tenor de lo antedicho, espero que la anarquía civil quede dominada, y las esperanzas de los descontentos calladas, y que no solo Venezuela sino también las provincias meridionales esperarán la reunión de la Gran Convención, donde se discutirán y adoptarán sus ideas y deseos de una futura forma de gobierno o Constitución, y casi juraría que gran parte de la de Bolivia se entrelazará con cada una de ellas y que se adoptará un sistema federal exclusivamente para Colombia. Tenemos informes de que en Cartagena ha habido descontento por culpa de las intrigas de Santander; y que las tropas se le han opuesto declarando que no aceptan otro jefe o presidente que no sea Bolívar. De ser así, el momento que se le presenta en esa ciudad es afortunado para sus ideas futuras. Páez también parece seguir el ejemplo de Bolívar encargándose de que la sentencia de la ley se ponga en vigor, pues fusiló en Valencia a un coronel, y a uno de los más bravos héroes de la revolución, por haber matado a un alcalde con sus propias manos y luego haberlo cortado en pedazos y asado en el horno de su cocina, con la intención de que se vendiera su carne en el mercado de modo que los amigos del pobre hombre participaran de los efectos de su hórrido acto. El asunto se descubrió y huyó a Curaçao, y de allí a Bogotá, donde Santander lo recibió atentamente y le convirtió en uno de los agentes activos de sus intrigas, a la llegada del Libertador a esa ciudad en noviembre último. Por el hecho de ser este hombre el asesino del alcalde —circunstancia esta que todavía corre de boca en boca en toda Venezuela—, S. E. le hizo detener y lo llevó preso al sitio donde se había cometido el asesinato. Se le enjuició aquí, y se le condenó y sufrió durante unos días desde entonces en Valencia.
Los coroneles Smith y Woodberry cenaron conmigo. Plegarias en casa de Stopford. Mucha lluvia por la tarde. Velada en casa de la señora Briceño. Termómetro, 23° a las 7 y 25 a las 4.