Llegó el correo de Bogotá con algunas noticias inesperadas de la captura e incautación de la carga del bergantín Amelia. Nada nuevo de ese sector, sino mi idea de que Bolívar parece demasiado temeroso de la influencia de la facción del vicepresidente y creo que ahora, cuando ya es demasiado tarde, está intentando avivar a las ciudades y a los militares: a las primeras, sin duda para asegurar, si es posible, su más larga y poderosa autoridad, y a los segundos para organizar «protestas sistemáticas por su situación oprimida y de pobreza» 1(Pareciera que Porter invirtió la posición de ciudades y militares en esta frase. Estos son los que le pueden ayudar a mantener su autoridad; aquellas, las que protesten) Así dice mi amigo el coronel Wilson, pero ni una palabra de las órdenes que deben de haberse dado a los jefes desde el cuartel general, tanto del norte como del sur, y de las que he hablado a Wilson así, en mi carta de esta fecha:
Los Diputados zarparon de esta para Santa Marta el 4 del mes pasado, llegaron a esa ciudad el 8 y, por consiguiente, llegarán a Ocaña con todo el tiempo necesario para estar en la inauguración de la Reunión Nacional. En una de mis cartas recientes al coronel Campbell le di un esbozo de lo que, según se me había informado, eran las intenciones de los delegados de aquí; pero hasta donde eran también los deseos de sus electores, no lo sé, y solo puedo decir que parece haber una tan grande necesidad de estabilidad en las necesidades políticas o, más bien, que nadie sabe lo que necesita, que el más descuidado de los extranjeros se siente perturbado. Digo esto a consecuencia de que el Cabildo de Caracas ha estado ocupado durante varios días con objeto de llegar a ciertas resoluciones que deben presentarse a la Asamblea Nacional y que representan la necesidad de que no haga nada salvo votar a favor del no desmembramiento de la República; de que se solicite al Libertador que conserve poderes extraordinarios y los ejerza hasta que el país se encuentre en un estado de prosperidad que ya no requiera de tanta energía; y de que la Gran Convención se aplace hasta 1831, fecha en que se reuniría según las Leyes legítimas de la Constitución. Y además se informa de que cuando a lo que antecede pueda dársele forma apropiada de Ley, todos los Cabildos de la División Norte deberán seguir el ejemplo y creo plenamente que por la profusión de actas tanto del Norte como del Sur los debates de la Reunión no podrán sino paralizarse: y era una Asamblea reunida por el deseo común (según se imaginaba) de toda la población y además, finalmente sancionada por una Ley del Congreso.
Si todo esto es el resultado de un plan reciente, similar al que debe aplicar el Ejército, creo que hará más mal que bien. Y no hay duda de que hubiera sido mejor si se hubieran dado a conocer los sentimientos en el Cabildo a los miembros elegidos antes de su partida para Ocaña. Bolívar ha permitido que sus amigos empiecen a intrigar cuando ya es demasiado tarde. Sin duda permanecerá a la cabeza de las cosas, cualesquiera que sean las resoluciones que se aprueben en la Gran Asamblea, pero creo que aquellos de los que depende en el sur, y el propio sur, le jugarán sucio. Esta división de la república ya no formará parte de ella dentro de diez meses y en mi humilde opinión, al perderse hará que la actual masa ingobernable sea más manejable y mucho mejor adaptada al sistema actual; y no puede dejar de volverse finalmente diez veces más próspera en todo [respecto] de lo que lo es la débilmente colosal Colombia.
Velada en casa de la señora P. Rivas, una mujer gorda con doce hijas. Termómetro, 21° a las 7, 24 a las 12 y 23, a las 4.