He estado bien metido en agua caliente, y espero, por lo tanto, que lave mis dolores. A las 12 se señaló un barco de guerra. Fondeó a las 5 y resultó ser el Victor, del capitán Lloyd, quien vino a tierra después de despacharle un mensajero para decirle que me encontraba en La Guaira. Un joven agradable, y había tenido la gran suerte de capturar uno de los más despiadados corsarios hacía unas semanas y ver ahorcar a toda su tripulación: todos españoles, menos 11 que eran norteamericanos e ingleses. ¡Qué vergüenza! Pero aún más para aquellos. Aunque era de Buenos Aires tanto por documentos como por bandera, a pesar de todo había sido llenado y tripulado por cuenta y para beneficio de una casa mercantil de Baltimore de nombre «Styles and Co». El capitán Lloyd pasó la noche en casa del señor Hurry.