Subí a lomo de bestia a las plantaciones más altas cerca de la cumbre de las montañas. El camino estrecho, pedregoso, empinado y peligroso en extremo: más riesgoso que ningún otro que haya pasado en ningún otro país, pues no es más que un sendero que bordea precipicios, que varían entre 500 y 1.500 pies de altura y quién sabe si aún más. El lugar es magníficamente grandioso y podría hacerse muy productivo, pero faltan las manos y el dinero, y todo está comparativamente adormecido y en estado ruinoso. La causa fue el terremoto y la guerra revolucionaria. Hubo un baile indio hasta las tres de la mañana, que no hizo ningún bien a los durmientes y huéspedes cansados.