Viento del suroeste. Después de pasear con mi querida hermana por Portsmouth y sus calles, bastiones, etc., comimos con el doctor Waller, un viejo amigo de mi querida madre; ejerce como médico desde hace más de cuarenta años en esta ciudad. La comida fue sucia, vulgar y estúpida: y no hay que extrañarse pues parece que todos los bípedos, y algunos otros, de su árbol genealógico, no han sido más que una partida de inútiles. Cinco horas duró el martirio, pero ambos lo soportamos con filosofía y a las 10, para alegría nuestra, nos devolvieron al Bush.