Llegó el correo de Bogotá con fechas hasta el 30 de mayo, y es singular que ni una gaceta haya mencionado la partida del general Bolívar de esa capital. El correo en cuestión trae un decreto que nombra al señor Joachim Mosquera, de Popayán, presidente de la República de Colombia; y otro, fechado el 9, o sea un tiempo después de la supuesta fecha de partida del Libertador, que dice:
Que el Libertador Simón Bolívar, por sus incesantes y más extraordinarios esfuerzos, no sólo había dado existencia y vida a Colombia, sino que había llenado de admiración al mundo por sus hechos y eminentes servicios a la causa americana. Que, al insistir en renunciar al poder, ha cesado de ser Presidente de la República desde que el Congreso nombró su sucesor. Que el desinterés y noble consagración de los que ha dado las más distinguidas pruebas desde que inició su carrera pública, exigen una demostración de gratitud pública;
Decreta: 1°—El Congreso Constituyente, a nombre de la Nación Colombiana presenta al Libertador Simón Bolívar el tributo de gratitud y admiración al que se ha hecho justamente acreedor por sus altos méritos y heroicos servicios a la causa de la Emancipación Americana.
2°—En cualquier parte de la República donde resida el Libertador, siempre será tratado con el respeto y la consideración debidos al primer y mejor ciudadano de Colombia.
3°—El Poder Ejecutivo dará el más puntual y exacto cumplimiento al Decreto del Congreso del 23 de julio de 1823, mediante el cual se otorgó al Libertador Simón Bolívar una pensión de 30. 000 dólares por año, desde el día en que cesen sus funciones de Presidente de la República, y esta cláusula tendrá efecto cualquiera que sea su lugar de residencia.
Dado en Bogotá el 9 de marzo de 1830.
Firmado por el presidente del Congreso C. Vicente Borrero y sancionado oficialmente el día 19 por el nuevo presidente y el V. P. Domingo Caicedo. ¡Es este un acto bueno y generoso! Pero no puedo evitar la duda de que este grande hombre jamás recibirá un solo real. La pensión se ha concedido en nombre de Colombia, con la certeza por parte del Congreso de que pasará a formar parte del resto de sus más sagradas obligaciones. Y por supuesto que tiene que serlo, pero son tantos los espíritus contrarios que ahora existen en la gran República, y en vista de que una de sus más importantes secciones ha roto su lealtad, es muy poco probable que se respete este decreto en Venezuela. El Congreso Constituyente de Valencia sin duda se opondrá a su fin, pues, en las circunstancias existentes, al nuevo Estado le conviene mantener en el corazón del pueblo un desprecio por la despedazada popularidad del Libertador e igualmente una gratitud por sus anteriores y gloriosos esfuerzos para darles libertad y nombre, pero tal vez con diez o doce meses de tiempo vuelvan los sentimientos de gratitud y respeto: nous verrons.
Nada nuevo en cuanto a política local. Ya despaché casi todo mi equipaje a Caracas. El señor Lievesly partió esta mañana a las 11. Ha sido un día de lo más torrencial: mal asunto para mis cosas y muebles.