Nada de Valencia. Hacia la noche lluvia fuerte y truenos. Después de mucho importunarme, por fin le hice un dibujo en su álbum a la señora Kerr. «Malditos sean todos los álbumes, digo yo», pues son crueles pruebas, además de tonterías para quienquiera que dibuje con soltura o escriba con soltura. Pero, como esta dama tiene cierto talento para el dibujo, mis esfuerzos no serán una pérdida de tiempo. Esta noche fui a casa del coronel Smith para ver a su esposa, que acaba de llegar de la sede de las discusiones. Ella me dice que la señora del general Páez (que solo tiene ese rango temporalmente), así como la señora del doctor Peña, son las principales damas de la ciudad y que, junto con otras mujeres de «rango» tienen autorización para asistir a las sesiones del Congreso y, por lo tanto, son recibidas por todas las mujeres de Valencia. Consecuencia: como se establecen derechos iguales (sin formas), otras se toman el mismo privilegio y se lleva a cabo una muy virtuosa rutina de diversión social. Si esta se convierte en la capital fija, con una sociedad tan tolerante, se le presenta a la nación una perspectiva bien moral y agradable... pero espero que todo lo que cuenta la señora Smith no sean hechos, porque si lo son, las cosas andan bien relajadas por allí.