Despaché mis cartas a Bogotá. Las autoridades públicas se reunieron en la catedral y juraron fidelidad a Venezuela y su Constitución. El juramento fue tomado por el segundo jefe de los eclesiásticos, en vista de que el arzobispo había protestado contra el acto y negándose a realizarlo, a no ser que fuera modificado por él, sobre la base de que como la Constitución no mencionaba la religión no iba a tomarle juramento a un grupo de hombres que podían olvidar que eran católicos. El gobernador, en vista de este mensaje y determinación envió inmediatamente un mensajero al ejecutivo con los detalles de la conducta refractaria de su ilustrísima. La velada pasó entre fuegos artificiales disparados desde las cuatro esquinas de la plaza Mayor, uno que otro globo, mientras que del templo central emanaban canciones y música. Esto duró hasta las nueve de la noche, pues en esta ciudad todos somos gente tranquila y madrugadora.