El buque correo llegó el martes por la noche, y hoy a la 1 p. m. el propio me trajo mis despachos. Todo bien en Europa, gracias a Dios. Mi hija querida, protegida y cuidada por el cielo, hasta ahora se ha librado del cólera que está en pleno apogeo en San Petersburgo y cuyos estragos han sido espantosos. Tengo que quejarme de la lentitud de los pagos de la tesorería, que complican mucho mis arreglos económicos en Inglaterra: nueve meses de atraso no es broma, y esta falta de pago se debe a la Ley de Reforma, que absorbe todas las demás consideraciones. De modo que no nos queda más remedio que pedir crédito mientras tanto, hasta que se ordenen los pagos. ¡Que viva la Reforma! Me tienen deprimido la bilis y las píldoras azules para curarla. Serían más eficaces unas medias azules. El señor Mocatta cenó conmigo.