Anoche cerró sus sesiones el Congreso, no habiendo hecho literalmente casi nada. Se ha decidido enviar un par de comisionados a Bogotá para debatir las altas relaciones de Colombia: se ha nombrado al general Carabaño y al señor Gallegos, pero no creo probable que vaya ninguno de los dos. Visité a la familia enlutada, cuya congoja es grande en verdad, y las escena triste, muy triste. Por la noche recibí noticias de que el padre estaba enfermo en el camino. De modo que hice todos los arreglos para salir a buscarlo por la mañana, pero apenas media hora después de haber recibido esta noticia, llegaba a casa, ¡gracias a Dios! Qué desgracia, qué total desgracia hubiera sido para todos su muerte. Así las cosas, es mejor que la muerte se haya llevado a la madre y no al padre, porque la suerte de la viuda y los niños no hubiera sido sino miseria, pobreza y ruina. De modo que todo está bien, pues en verdad «lo hecho, hecho está». Que se haga la voluntad de Dios y no nos corresponde a los mortales poner en tela de juicio las dispensas o pruebas que, por Divina misericordia, estamos destinados a recibir o a tener que soportar. Así termina el mes de abril de 1832.