Empiezo a creer que voy a caer en el más irrecuperable estado de ignorancia, pues no tengo libros de ninguna clase para mantener (en todo momento) mi escaso almacén de mercancías intelectuales. Huérfano como estoy de estos recursos (pues dejé en Inglaterra todos los libros que había tenido aquí), lo único que me queda es el Quarterly, el US. Journal, el Bells Messenger, el John Bulls, Court Journals y unos diez días de los últimos Morning Heralds 1(Se refiere a una serie de publicaciones comerciales, de periódicos, etc., sin ningún valor literario) anteriores a la partida del paquebote. Claro que, de vez en cuando, me precipito sobre alguna obra abandonada procedente de Yanquilandia, mal impresa y peor corregida. Del mundo mercantil de esta capital no puedo sacar nada, pues sus bibliotecas consisten principalmente en libros de contabilidad y otros folios dedicados a contar casas y cosas por el estilo. El coronel Smith cenó conmigo. Mi secretario está un poco mejor.