Visité a don Juan de la Madriz, el nuevo gobernador. Es persona respetable, pero demasiado chismoso y español para desempeñar el cargo con justicia, además ya ha pasado los 70 —edad verdadera del hombre— de modo que lo único que le cabe esperar en adelante es «dolor y problemas». En compañía del señor Lievesly y el coronel Smith fui al Valle a cenar con el señor Hill 1(Robert Hill, nacido en Escocia en 1825. Se había casado en La Guaira con la hija mayor de Robert Lay. Esta familia es mencionada por Sir Robert el 25 de julio de 1828), un británico del norte medio loco, pero muy honesto y bondadoso. No se le puede calificar de comerciante, porque lo que tiene es una tienda en la que se vende ferretería, loza, sillas de madera, bombas, vino malo y licor. Se ha casado con una persona muy virtuosa y seria. Ojalá pudiera decir otro tanto del resto de las hermanas, pero como su origen era de clase sirviente, y el papá y la mamá tenían una panadería en la ciudad, ninguna de nuestras damas se dignaría visitarla, o los maridos a él. Volví a casa a las 9 después de una cena muy sencilla.