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Capítulo IX Cónsul tres años más
1832 diciembre 01 - 1835 septiembre 30
Cónsul tres años más
1832 diciembre 01 - 1835 septiembre 30
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Esta mañana envié despachos al Foreign Office por propio, para que vayan en el Stag a Nueva York en el día de hoy. No hay nada seguro del general Páez. Hay informes como de costumbre de que está en Maracay y que allí recibió informes oficiales de manos del coronel Escuté, junto con una carta del general Carabaño sobre el pronunciamiento de Puerto Cabello, y el día anterior el de Valencia, de manos de su pariente el coronel Cistiaga. Estos dos acontecimientos, así como entrevistas con los Ibarras y otra con el coronel Rodríguez portador de cartas y del acta de Caracas, o mejor dicho la farsa de lo que se ha dado en llamar «la voz del pueblo de Caracas», creo que son las cosas que le han decidido a frenar su avance, y se me ocurre que las partes deben de estar negociando algún arreglo sobre la base de los artículos del documento de Puerto Cabello, y la del espíritu que se ha manifestado en todos los documentos que han emanado de la noche del 7 y la mañana del 8. Las razones enumeradas en el pronunciamiento de Caracas del 14, firmado por cantidades de personas inidentificables, salvo por unas 30, decían:

Primero: La necesidad de reformar la Constitución de Venezuela sin cambiar en lo más mínimo el sistema popular de [gobierno] representativo, alternativo y responsable, reforma esta que debe llevarse a cabo mediante la reunión de una Gran Convención Nacional que habrá de convocarse inmediatamente; Segundo: Elegir aquellas personas que han de ser encargadas del despacho de Jefes de Estado provisionales, hasta la reunión de la Gran Convención, persuadidos como están todos los ciudadanos que han firmado este documento, de que la República no puede proceder en orden, paz y prosperidad bajo las instituciones existentes, en vista de las ideas radicales y errores que han causado y están causando confusión y descontento generales entre toda la población del país, por lo tanto declaramos que es nuestro deseo el de que, con la menor pérdida de tiempo, se convoque una Gran Convención de la Nación, compuesta por delegados elegidos por las distintas poblaciones y ciudades, a fin de reformar la constitución del estado. Y a fin de que pueda realizarse este importante objeto, es deseable que el mando supremo de la República se otorgue a S. E. el general José Antonio Páez, a quien ahora elegimos y nombramos como tal; y como su segundo, o lugarteniente, S. E. el general Santiago Mariño, quien quedará encargado del mando como general en Jefe de las Fuerzas Armadas hasta que se reúna la Gran Convención.

Creo que el espíritu de todas estas obras y el espíritu que impulsaba a los jefes, y la tácita obediencia de los 200 hombres armados del día 8 (al cumplir sus órdenes), han extendido tanto este desafortunado asunto como para llevarlo al extremo, o sea un entendimiento mutuo entre el partido constitucional y los del día 8, o una ruptura abierta que, inevitablemente, traería la ruina total al país y no volvería las cosas al lugar en que estaban antes del día 8; o las reformas por medio de la Gran Convención. Yo opino, por lo que sé de los hombres y las cosas de este país, que tendremos una avenencia y una especie que empezará y terminará en un nuevo sistema de gobierno no muy distinto del de una federación de las provincias venezolanas, bajo un gobierno definitivamente más militar. No sé qué es lo que tienen que temer los jefes militares de Caracas, por la publicación del siguiente bando en el día de hoy (22), pero demuestran cualquier cosa menos seguridad en sí mismos.

Santiago Marino, Jefe de Estado Provisional, etc., etc., etc.

Considerando:

1°.—Que el gobierno de moderación y prudencia de las reformas, en lugar de persuadir a ciertos hombres descontentos del sistema actual y hacerles observar una conducta circunspecta y comedida, los ha hecho más atrevidos hasta el punto de alterar la paz pública y el reposo común esparciendo rumores sediciosos y alarmistas. Que no es suficiente para detener a estos perturbadores la rigurosa disciplina de las fuerzas armadas, que hasta el momento no se han hecho sentir por su extrema subordinación y por una conducta que ha causado ejemplo y admiración. Que el gobierno existente no puede ver con indiferencia que con cada paso los incitadores de la guerra civil levantan tantas invenciones como se lo sugieren sus ideas parricidas. Y finalmente que S. E. el Jefe del Estado José Antonio Páez, desde su residencia de San Pablo me ha encargado el 14 del corriente de la preservación del orden y la paz en los pueblos, he decretado lo siguiente:

Art. 1.—Todos aquellos que diseminen noticias sediciosas y alarmantes contra el sistema de reformas; que introduzcan o circulen documentos, manuscritos o impresos con el mismo propósito; y finalmente, que directa o indirectamente conspiren contra el orden establecido y tiendan a perturbar por cualquier medio la paz pública, serán considerados, tratados, juzgados y castigados como conspiradores según manda la ley.

Art. 2.—Todo aquel que sea descubierto entrando o saliendo de la ciudad sin un pasaporte de alguna autoridad pública, quedará comprendido en el artículo 1. Solo se exceptuarán de la obligación del pasaporte aquellos que suministran provisiones a los mercados, y los muleros, que no poseyendo documentos se dedican a este tráfico, para continuar con él obtendrán pasaporte por una vez.

Art. 3—Cualquiera que posea en su casa munición o armas de cualquier clase, y no se presente a la autoridad civil de la localidad dentro del término de 24 horas para reportarlas y anotarse en el registro que se abrirá para este propósito, también será considerado como conspirador.

Art. 4.—Los gobernadores políticos tomarán las medidas correspondientes de acuerdo con las autoridades militares a fin de facilitar la ejecución de los dos artículos anteriores. Imprímase, publíquese y comuniqúese a quien corresponda. Dado en Caracas el 22 de julio, etc., etc., etc. (firmado) Santiago Mariño, etc., etc., etc.

El temor al pueblo no tiene fundamento. Su conducta cobarde y sin espíritu se ha visto desde el principio, y si no hicieron ningún intento al empezar este asunto (cuando pudo haberse rescatado del insulto y la cárcel a sus primeros magistrados), no hay nada que temer o esperar de ellos en este momento, como parecería indicar el bando recién citado.

Se me ha asegurado confidencialmente hoy —y me lo ha dicho una persona a quien puedo creer— que ha llegado una carta de Páez a un amigo suyo muy particular de aquí, en la que dice que atrasará su llegada a Caracas unos días porque las cosas han tomado un cariz muy diferente de lo que él esperaba cuando se dirigió a los venezolanos en el momento de enterarse del acontecimiento del día 8; y que todavía espera que las cosas puedan arreglarse sin derramamiento de sangre. Ha caído una buena cantidad de lluvia en el día, pero nadie habla de ella ni del daño que un exceso puede hacer a las cosechas, y todo por culpa de los rebeldes.

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