111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111
Capítulo X Sir Robert El Diplomático
1835 octubre 01 - 1841 febrero 07
Sir Robert El Diplomático
1835 octubre 01 - 1841 febrero 07
Subcapítulos

El despacho de los agentes de los tenedores de bonos que le envié al coronel Smith es la protesta de estos en nombre de los acreedores británicos contra el extraordinario decreto del 16 de los corrientes. Es evidente que les ha producido algo de sorpresa tanto a los ministros como al presidente, pues este último vino a visitarme alrededor de las 3, apenas una hora después de que el oficio fuera transmitido por mí al departamento exterior. Como no tenía ganas de hablar sobre el tema de lo que se había hecho en la casa de Gobierno en el asunto, y tanto más cuanto que todos se habían opuesto tan directamente a todo lo que yo había dicho o escrito tanto a S. E. como al ministro, estaba decidido a dejar pasar su visita sin mencionar el asunto. No obstante, al fin me dijo él, bueno, ¿qué piensa Ud. del decreto? Le respondí que me era imposible emitir una opinión puesto que el asunto estaba como estaba, pero que pensaba que los agentes de los tenedores de bonos no podían haber obrado de una forma distinta a la que lo hicieron al protestar contra él. Entonces me preguntó si creía que las condiciones del mismo serían aceptadas por los tenedores de bonos. Con respecto a esto, le dije que lo único que sabía era que iba a crear una sensación violenta muy poco favorable a este gobierno por todo Londres, pero que no podía juzgar de qué modo iba a terminar porque había tantas opiniones entre los tenedores de bonos originadas por la pérdida de paciencia durante el lapso casi infinito en que la deuda había estado suspendida, que, por desesperación podría llevar a un ultimátum por parte de ellos, que si no era aceptado por este país obligaría entonces al gobierno de su majestad a tomar una parte más activa y seria en ello, pero que no pensaba que el decreto se considerase de otra forma que como una comunicación de una naturaleza más responsable que una escrita simplemente por el ministro de Relaciones Exteriores, y después de haberse disipado la primera reacción de disgusto, los tenedores de bonos probablemente harían un esfuerzo final con más paciencia para tratar de resolver el asunto. No obstante, cuando el vizconde Palmerston me comunicase el 1° de octubre por el correo de Inglaterra lo que yo ya sabía, entonces podría formarme una opinión de cómo recibiría él el decreto, pero le dije que en cuanto a su naturaleza no había discusión posible y, entre nosotros, si después de deber yo a V. E. una gran suma de dinero durante un largo período de años, y después de infructuosas peticiones por vuestra parte para recuperarla le enviase a V. una carta contentiva de mis propias condiciones de pago, en cuanto a las sumas y la manera que me parecieran mejores, agregando que tal cosa debía considerarse como ley, y que así debía considerarse resuelto el asunto... No hizo ningún comentario, y entonces le dije, suponga que los tenedores de bonos intentan proponer otra solución, ¿se han girado al señor Fortique instrucciones pertinentes para tal contingencia? Me dijo que no (o quizá no quiso decírmelo). Bueno, ahora tendremos que esperar el correo de noviembre, pero de ello depende que la reacción de disgusto tanto en la Gran Bretaña como en sus periódicos sea violenta. No obstante, espero que este fuego pueda apagarse si este gobierno hace lo que debió haberse hecho, o sea la aceptación sincera de las propuestas de los acreedores británicos del 11 de marzo pasado. Entonces S. E. dijo que esperaba que mis buenos oficios en favor del país no se abandonasen, y que yo los emplease para mitigar la mala impresión y espíritu inamistoso que existía en Inglaterra contra Venezuela en este asunto. Le dije que no cejaría. Así terminó nuestra charla sobre este molesto asunto —y el decreto, no solo en Londres sino también en Caracas, le traerá, a él así como a su ministro de Relaciones Exteriores, mucho descrédito, pero ¿qué no le hará al crédito del país?

1
111
111
111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111 111111
U