Tiempo bueno, pero excesivamente caluroso. A las 12 el termómetro marcaba 28 grados. Viento este-sudeste, rumbo oeste-sudoeste. Desde que zarpamos de Madeira me he ocupado en corregir los bocetos que hice en esa isla, así como en preparar las cartas para Inglaterra que enviaré cuando lleguemos a las Indias Occidentales. Durante una de nuestras conversaciones, el señor Gambier me dio una información relativa a mi excelente amigo George Villiers, que yo desconocía, a saber que, al morir el conde de Clarendon, las fincas que, en ese caso, no pueden ser vinculadas, le quedan a su hermano, el actual conde; pero a la muerte de este solo el título irá a parar al señor Villiers, el padre de mi amigo, siendo legada la propiedad a mi joven amigo quien, naturalmente, al ser impuesto de este arreglo, se mostró sorprendido de que su padre no heredase los dos. [Esto demostró] que ignoraba perfectamente el desfalco por parte del señor V. en cuanto a dineros que se le habían confiado, cuando desempeñaba un alto cargo de responsabilidad pública, y que nunca han sido restituidos. Por consiguiente, cualquier propiedad que poseyera quedaría embargada. El tiempo se torna excesivamente caluroso.