A pesar de las seguridades dadas por el intendente y el general Toro de que ni Páez ni su gente harían cambio alguno —aparte de ser reinstaurado—, el gobernador de Puerto Cabello (coronel Avendaño) ha sido enviado a La Guaira y el gobernador de ese lugar, Diego Ibarra #001-0096, se dice que será enviado en una misión del general Páez ya sea a Bolívar o a Bogotá. Un oficial llamado Cala, por orden de ese jefe, es quien manda ahora en Puerto Cabello, y el coronel Muguerza, del batallón de granaderos de Valencia, fue desplazado, ya que no se hallaba entre los oficiales que exhortaron a Páez a retener su autoridad, o más bien a aceptarla, cuando había renunciado al ser nombrado el general Escalona por el gobierno supremo. Sin duda, actos tales como estos solo podrían surgir del poder adicional que le habían dado el cabildo y el pueblo de Valencia, pues el que poseía bajo la república no le daba autoridad para disponer de oficiales nombrados por la sede del poder. Esta mañana me procuré un documento absolutamente auténtico, a saber una carta de Francisco Carabaño, jefe de Estado Mayor de Páez, dirigida al general Toro, comandante de armas de esta ciudad, en la que se afirma que el general Páez fue reinstaurado por la voz unánime de la población del cantón o sección de Valencia:
a fin de evitar los muy grandes males y desórdenes a que se hallaba expuesto ese Departamento en las circunstancias existentes que ya se habían manifestado el 29 de abril por la muerte de varias personas,
y que:
se le había reinstaurado en el Mando Supremo por la voz común de todo el pueblo y consentimiento general del Cabildo, no solo restituyéndole totalmente su autoridad militar sino que, igualmente, podría acabar por considerarse necesario aumentarla considerablemente, según las circunstancias.
Esto viene del acto público del cabildo, pero Carabaño agrega, que en virtud de este reconocimiento de su excelencia frente a todas las tropas y por el aplauso y consentimiento de todo el pueblo, el general me ordena que le dé a U. esta información, para que la misma pueda cumplirse en el país bajo su mando. Entiendo que esta mañana, en casa del general Mariño, tuvo lugar una discusión sobre la idea de un cambio en las relaciones actuales de Venezuela y Cundinamarca, por lo cual parece que hay, sin duda, una intención decidida de intentarlo con el pretexto de que no se había consultado a Caracas cuando el arreglo definitivo se llevó a cabo en Angostura y Cúcuta, donde el plan original, a saber que Quito, Cundinamarca y Venezuela deberían formar tres departamentos o estados, gobernados por sus respectivos jefes, y el todo a su vez bajo el mando del presidente Bolívar, dondequiera que se fijase la sede principal de la república, y que el distrito de Caracas se había quejado al hacerse esta acusación (en 1821 el gobierno de Caracas protestó formalmente contra el cambio), asegurando a las autoridades principales que cuando la paz finalmente se estableciera, aprovecharía una oportunidad apropiada para afirmar su queja de no haber sido consultado sobre la forma definitiva de gobierno, que ha demostrado ser tan perjudicial a los verdaderos intereses de la provincia. En el curso del día visité al intendente para informarle que sus cartas para Bogotá y para Bolívar se habían enviado con mis despachos a Cartagena ayer en el bergantín María, vía Jamaica, suplicándole al mismo tiempo que me diera una copia del acta del cabildo aprobada en Valencia al ser reinstaurado el general Páez. Entonces sí reconoció que era tan gravemente contundente, que había hecho todo lo posible para suprimir las copias que se habían traído a esta ciudad, pero que, de todos modos, me la dejaría ver. Me informó que Páez se había ido de Valencia el lunes pasado y que podíamos esperar su llegada aquí el miércoles o el jueves; y que también debía informarme que un gran incentivo para haber sancionado la parte del acta del cabildo que daba el mando a Páez, no era solo el noble carácter del hombre, sino también el hecho de que su popularidad e influencia sobre el pueblo de la provincia eran tan grandes, que únicamente él era capaz de mantener el orden en la población y, por su autoridad, evitar ultrajes de las tropas u otras gentes mal dispuestas. Y agregó que sin duda alguna, si Páez hubiera persistido en ir a Bogotá después de renunciar a su mando, la mayor anarquía y el pillaje hubieran sido la consecuencia en toda Venezuela. Termómetro, 23 a las 7; 24, a las 4.