Esta mañana visité al intendente para informarle que me dirigiría a él oficialmente para enterarme de si, a raíz del acta de ayer, este departamento debe considerarse como totalmente independiente de Bogotá, y de si él ya no se considera nombrado por el Gobierno supremo. Me dijo que, sin perder tiempo, sometería el asunto al general Páez. Por la noche se celebró en el mercado una semifarsa medio pagana, consistente en quemar la Diosa de la discordia. Hubiera sido una ceremonia de profundo silencio si no hubiera sido porque lo rompieron los buscapiés, los petardos, los fusiles y las pistolas. Apareció la imagen de una mujer a caballo —por falta de algún otro instrumento de ruedas— acompañada por una compañía de soldados, y en unas bonitas andas doradas llevadas por hombres, dos niños, un varón y una hembra, desnudos, cubiertos de flores, que se veían realmente hermosos, llevando el estandarte de la libertad y la paz y la extinta antorcha de la discordia. Eran blancos y, por lo tanto, de aspecto más interesante. El que no llevasen vestido alguno demuestra la delicada suavidad del clima. Desde una tribuna alguien hizo un discurso de poca duración sobre la libertad, federación, etc., etc., y unos pocos «Viva Páez, Bolívar, la Federación», cerraron la oratoria. Asistió un numeroso público, entre el cual se contaban el jefe Civil y Militar y su Estado Mayor, muchas damas, etc. Velada en casa de la señora Briceño. No ha llovido. Termómetro, 23 a las 7 y 24, a las 4.