A las seis de la mañana el propio subió mis despachos de La Guaira: a las 3 de la tarde de ayer había llegado el paquebote. El señor Hurry vino de Inglaterra en este. Trajo la noticia de la llegada del señor Cockburne, ministro de S. M. británica ante esta república, a Barbados, en el Barham, y de que debía embarcarse en la fragata Aurora para este puerto. De modo que, sin lugar a duda, tendré a S. E. de huésped durante algún tiempo. Ha escogido una mala temporada para cruzar el campo hasta la capital, pues ha empezado el tiempo lluvioso. He recibido muchos documentos oficiales que tengo que contestarle al Foreign Office, de modo que son pequeñas las perspectivas de responder a mis cartas privadas. Me he pasado el día escribiendo. El coronel Wilson cenó conmigo, pues estaba similarmente ocupado escribiéndole todos los detalles políticos a su padre sir Robert. Su fuente de información es excelente pues el Libertador le ama sinceramente, y bien se lo merece porque parece un joven de elevado honor, buen corazón y principios. Llovió mucho casi todo el día. Como consecuencia no hubo procesión —y eso que era Viernes Santo— para gran desilusión del pueblo. Escribí hasta muy tarde.